La Tía Carmen
Publicado por José Jiménez Urbano en El Bermejino nº 275 enero 2003.
A finales del año 2003 veía la luz el segundo de los seis volúmenes de que va a constar la publicación de la correspondencia de D. Juan Valera conocida hasta el momento, gran parte de la cual anda dispersa en muy diversas publicaciones mientras que otra no pequeña parte permanece o permanecía inédita hasta ahora. La obra, que ha sido coordinada por el profesor de la Universidad de Zaragoza, Leonardo Romero, está siendo editada por la Editorial Castalia y que en un principio se esperaba que estuviese terminada para el próximo año 2.005, coincidiendo con el centenario de la muerte del escritor.
Aunque me interesa todo lo concerniente a la vida y obra de Valera, presto especial atención a todo aquello que tiene alguna relación con Doña Mencía, como pueden ser personajes y acontecimientos. En este orden de cosas, cuando apareció el primer tomo -que fue presentado en Cabra a mediados de diciembre de 2002- ya observé un pequeño error, que se repite en éste segundo y que ya con anterioridad había detectado en otras obras, concretamente en el epistolario que contiene el libro Juan Valera, político, de Matilde Galera Sánchez. Consiste el equívoco en que cuando, en no pocas de estas cartas -cerca de cuarenta-, Valera menciona o hace alusión a tía Carmen, avecindada por aquellas fechas en Doña Mencía, ésta aparece identificada en el correspondiente índice onomástico como Carmen (o María del Carmen) Alcalde y Lastres, siendo así que yo creo que se trata de otra persona, según voy a intentar demostrar, y esto con el sólo objeto de que el referido error no transcienda y, a ser posible, se evite en lo sucesivo.
Carmen Alcalde y Lastres (o María del Carmen Alcalde de Baeza y Lastres) era efectivamente tía, aunque política, de don Juan Valera, pues estaba casada con Salvador, primogénito de los Valera Viaña y por lo tanto hermano de José, padre del escritor. Salvador fue Regidor de Doña Mencía en los años finales de la primera década del XIX y así, en marzo de 1.810, a su regreso de un viaje por Jerez de la Frontera, Puerto de Santa María y otros pueblos, que desde diciembre del año anterior había venido efectuando en compañía de su madre, doña María Josefa Viaña, para enajenar algunas fincas, se presenta al Corregidor de esta villa de Doña Mencía, D. Juan Zarza Marín, para prestar juramento, según estaba obligado por la ley, como Regidor de la misma. Y en junio de este mismo año, «siendo Rey de España don José I» es nombrado Corregidor1. Precisamente en este año de 1.810 contrae matrimonio en Cabra con la citada Carmen y, posiblemente, trasladara su domicilio a dicha localidad pues a partir de agosto del repetido año deja de aparecer su firma en las actas capitulares. Lo que es cierto es que no se tiene constancia de que Carmen, su esposa, se avecindase en Doña Mencía, si bien es verdad que faltan los padrones parroquiales correspondientes a los años de 1.810 hasta el 1.821, que podrían confirmárnoslo. A partir de 1.822 y hasta finales de siglo no aparece el matrimonio, ni ninguno de los cónyuges, en ninguno de los padrones parroquiales de estos años, de la parroquia de Doña Mencía, los cuales se conservan prácticamente en su totalidad. Sin embargo, sí se tiene noticia de que Salvador figura entre los contribuyentes forasteros en la lista del Repartimiento de Rentas Provinciales de 1.840, del Ayuntamiento de Doña Mencía2.
Parece claro, pues, que la tía política de Valera, Carmen Alcalde, no vivió nunca en Doña Mencía, lo que, a mi entender, sería suficiente para asegurar que cuando se habla en los epistolarios que nos ocupan de la tía Carmen se refieren a otra persona. Pero convenía hacer especial hincapié en el período que particularmente nos interesa -el comprendido entre 1.847 y 1.865, años en que están fechadas, respectivamente, la primera y última cartas en que se menciona o se hace alusión a ella- e intentar localizar al matrimonio Valera-Alcalde en este tiempo concreto. De esta manera, de las indagaciones llevadas a cabo en el archivo de la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción y Ángeles, de Cabra, en donde fui atendido amablemente, resulta que D. Salvador Valera Viaña falleció en Cabra el día primero de septiembre de 1.850, a los 72 años, siendo viudo de D ª María del Carmen Alcalde y Lastres3. No encontré, sin embargo, la partida de defunción de Carmen, a pesar de haber consultado los correspondientes índices de difuntos desde 1.810 hasta 1.850, por lo que es de suponer que falleciera y fuera enterrada en otra localidad4. No obstante, al examinar, salteados, algunos padrones parroquiales de estos años resultó que en el de 1.827 figura D. Salvador Valera Viaña, ya viudo, como vecino de la calle San Martín n º 6, acompañado de sus hijos Fernando, Ana y Trinidad, y de su hermana D ª Dolores Valera, soltera5 .
Entonces, si como queda probado, la tía política de D. Juan Valera, Carmen Alcalde, había fallecido ya en 1.827, ¿a quién se refiere aquél cuando nombra a la tía Carmen? Pues sin duda alguna a una tal Carmen Escalera, soltera, a la que, desde 1.846, según los padrones parroquiales de la época -teniendo en cuenta que faltan los de 1.844 y 1.845-, vemos avecindada en Doña Mencía, en la calle Vuelta del Sacramento, en la casa de los Alcalá Galiano y marqueses de la Paniega, haciendo compañía a don José Valera, marqués consorte, unos siete años mayor que ella y quien por aquel tiempo se había retirado a vivir definitivamente a «la ilustre villa de Doña Mencía«, como gustaba decir a su hijo6, al cuidado de la hacienda familiar, mientras que su esposa la marquesa, doña Dolores Alcalá Galiano, andaba por Granada y Málaga a la busca de buenos partidos para sus hijas Sofía y Ramona, ya en edad de merecer. Incluso después de la muerte del marqués, ocurrida en 1.859, y hasta su propia muerte, que tuvo lugar diez años más tarde según más adelante comentaremos, Carmen Escalera permanece como residente en la misma casa, a veces sola -excepción hecha de los sirvientes-, a veces acompañando a la propia marquesa. En los padrones parroquiales correspondientes a estos años aparece siempre con el significativo tratamiento de «doña«, solamente una vez como «ama«, y muchas veces con la consideración de «prima«, de donde se deduce que era persona de respeto y familiar de los marqueses, justificando esto último el calificativo de tía que le aplican tanto don Juan Valera como las hermanas de éste.
En realidad, el parentesco existente lo era con la marquesa, y la convivencia con ésta venía de antiguo. Al fallecer su primer esposo -don Santiago Freuller y Curti, Brigadier de los Reales Ejércitos- en Salamanca en 1.818, doña Dolores se retira a Écija y después a Cabra con su madre, doña Isabel Pareja y Soto, también viuda, y su prima Carmen Escalera, según consta en los padrones de la parroquia de la Asunción, de Cabra, correspondientes a los años 1.822 y 1.823, en donde figuran avecindados en la casa número dos de la calle San Martín. También, cuando en octubre de 1.823 se instruye en Sevilla el expediente matrimonial de don José Valera Viaña y doña María Dolores Alcalá-Galiano, uno de los testigos actuantes es doña María del Carmen Escalera, quien declara «que vive con su prima -D ª María Dolores- de seis años a esta parte, la conoce desde pequeña«, y a «D. José desde hace cuatro a cinco años«7.
Que Carmen Escalera era persona de la total confianza de la marquesa se deduce de un hecho no muy conocido, aunque está publicado, que es de suponer que los futuros esposos trataran de mantener en secreto con el mayor sigilo: Como consecuencia de las íntimas relaciones que mantenían don José Valera y doña Dolores Alcalá-Galiano, ésta queda embarazada antes de que contrajeran matrimonio, el cual se fue demorando por diversos avatares políticos, y el 18 de julio de 1.823 les nace una niña «siendo bautizada ese mismo día en la parroquia sevillana de San Martín, amadrinándola D ª María del Carmen Escalera«. No se tienen más noticias de esta primera hija del matrimonio, por lo que debió morir prontamente8.
Se celebra por fin el matrimonio entre don José Valera y doña María Dolores Alcalá-Galiano, el 31 de octubre de 1.823, en la parroquia de San Román, de Sevilla, y desde 1.825 a 1.829 aparecen avecindados en la casa número dos de la calle San Martín, de Cabra, acompañados de la madre y del primer hijo de la marquesa, doña Isabel Pareja y don José Freuller, así como de doña Carmen Escalera9.
En la década de los treinta no tenemos noticia de nuestro personaje y, posiblemente, continuara viviendo en Cabra o acompañara al matrimonio, o a cualquiera de los cónyuges indistintamente, en sus desplazamientos que, en estos años y a raíz de la muerte de Fernando VII -29 de septiembre de 1.833- y volver el marqués a tomar parte en la vida pública, debieron de menudear. En 1.832 vemos a «don José, el Marqués» [sic], avecindado en la calle Llana, de Doña Mencía, sin acompañamiento, y en 1.834, asimismo solo, como «Sr. Marqués de la Paniega«, en la calle Espíritu Santo, también de Doña Mencía10.
En septiembre de 1.833 don José Valera otorga testamento en Doña Mencía, ante el escribano público don Luis Fernández y Ruiz, por el que nombra a su esposa «tutora y curadora de las personas y bienes de mis hijos» y, en caso de fallecimiento de su esposa, nombra a una serie de personas, siéndolo en último lugar «doña María del Carmen Escalera y Mejía, mi prima«11.
En el año de 1.834 es nombrado elector del partido de Cabra por la Junta Electoral de la Provincia, y al año siguiente jefe político de la provincia de Córdoba, cargo equivalente a los posteriores gobernadores civiles y actuales delegados del Gobierno. «De Córdoba, tras una estancia de varios años en Madrid, pasa don José Valera a Málaga como comandante del tercio naval y director del Colegio de San Telmo en 1.841«12. Dos o tres años más tarde, D. José se retira a vivir definitivamente a Doña Mencía, como más arriba hemos indicado, y en estas circunstancias es cuando viene acompañado de «su prima» Carmen.
A través de las referencias que a la «tía Carmen» y a otros familiares, más o menos cercanos, así como amigos y conocidos, se hacen en las cartas de nuestro escritor, se puede conocer mejor el ambiente del pueblo de Doña Mencía a mediados del siglo XIX y la relación de la familia Valera con algunos personajes mencianos de la época, así como con el propio pueblo. La verdad es que la mayoría de las alusiones que a ella se hacen se limitan a enviarle «memorias» o «expresiones» y, casi siempre, en compañía de otras personas, generalmente mencianas, por lo que aprovecharé para hacer algunas conjeturas y observaciones sobre éstas cuando lo crea conveniente o interesante.
La primera alusión, de la que tenemos constancia, se produce en carta que con fecha 21 de enero de 1.847 envía don Juan Valera a su padre, que como hemos dicho vivía retirado en Doña Mencía desde varios años atrás, en la casa solariega de los Alcalá Galiano, marqueses de la Paniega, en compañía de la tal Carmen Escalera. Se limita a un escueto «y déle memorias a tía» (RT-5)13. Y la primera mención lo es también en carta de Valera a su padre, enviada desde Madrid con fecha 23 de febrero de 1.850 (RT-29), la cual termina diciendo «Dé V. memorias mías a tía Carmen, al sumo pontífice menciano y a don Juan Hablemos-claro«. Parecida fórmula de despedida emplea en carta de fecha 27 de mayo de 1.850 (RT-51): «Muchas memorias de las niñas Topetes. Délas Vuestra Merced mías a Ramona, a tía Carmen, al Sumo Pontífice y a don Juan de Mata…«. Por esta cita podemos deducir que el tal «don Juan Hablemos-claro«, del que por cierto se hace esta sola mención en el epistolario, se corresponde con este don Juan de Mata, y éste debe de ser don Juan de Mata Vargas, amigo de don José Valera Viaña y probable padre de Las Civiles, apodo que más adelante ostentará una pareja de hermanas en «Las Ilusiones del Doctor Faustino«14. En cuanto a Ramona, se trata de su propia hermana, que por aquellas fechas estaba en Doña Mencía haciendo compañía a su padre. Y cuando menciona al Sumo Pontífice, por otras cartas sabemos que se refiere a D. Pedro Cubero, el futuro Obispo Cubero, quien por aquel tiempo era Rector del Seminario de San Pelagio, de Córdoba, pero que solía hacer frecuentes desplazamientos a Doña Mencía, su pueblo natal.
En junio de 1.850 Valera es nombrado Agregado de número en la Legación de Lisboa, cargo del que toma posesión el 26 de agosto de ese mismo año. Pero antes, en el mes de julio, pasa por Doña Mencía para despedirse de su padre y aquí se detiene una temporada haciendo compañía a éste y a su hermana Ramona. Desde Doña Mencía y con fecha 23 de julio de 1.850, escribe a su madre, que se encuentra en Granada, y después de tratar de asuntos familiares, chismorrea: «Tía Carmen farolea mucho aquí. Una de las cosas en que más goza la buena señora, es en darlo de hidalga y castísima en un país en que todas, casi todas, son plebeyas y algo impúdicas. ¡Ay, si supiese ella lo que nos contó en Madrid del `apaño´ el célebre Vicentito Cubero!«(RT-55).
A pesar del chisme, no hay que dudar de que existía una corriente de simpatía entre don Juan y su tía Carmen. Ésta, con motivo de otorgar testamento en noviembre de 1.852, en Doña Mencía y ante el escribano don José María Antúnez Jiménez, dice15: «Declaro que además de los bienes que poseo y dejo expresados, soy dueña de una acción del pantano de Nixar, cuya acción es mi voluntad que por mi óbito pase en toda propiedad a mi sobrino el Sr. D. Juan Valera Alcalá Galiano, Secretario de la legación de España en el Imperio del Brasil, a quien desde luego se la dejo legada para que como suya propia disponga de ella como a bien tuviere, todo ello en atención al grande afecto y cariño que tengo al susodicho«.
Por otra parte, no he podido averiguar quién sería el tal Vicentito, sólo que posiblemente se trate del mismo a quien Valera menciona en carta que desde Madrid y con fecha 28 de noviembre de 1.868 dirige a don Francisco Moreno Ruiz, más conocido como el Morenito, de Doña Mencía: «Para el hijo del difunto Vicente Cubero, médico, he pedido conservación y aun ascenso en el destino. Espero se logre.«(RT-683)
Hay varias referencias más a la tía Carmen en el espistolario de don Juan Valera a su padre, que no ofrecen mayor interés, siendo la postrera precisamente en la última carta que se conserva, que tiene fecha del 15 de enero de 1.851, en la que dice: «A tía Carmen, a D. Juan de Mata, y a la sin par Eduarda, expresiones mías«(RT-73). Esta Eduarda debe de ser Eduarda Reinoso, apodada La Reina, esposa de don Francisco Muñoz Reinoso, conocido como «el Señorito«, pariente y amigo de Valera16.
No se han publicado ni se conservan, que yo sepa, cartas de Valera a su padre posteriores a la última citada, siendo así que se hubieron de producir ya que don José Valera Viaña permaneció en Doña Mencía hasta finales de 1.858 en que, debido a una grave enfermedad, fue trasladado a Madrid, donde por aquel entonces vivía su familia, y en donde falleció a mediados de abril del siguiente año. Precisamente con motivo de estas circunstancias se inicia la que sería extensa correspondencia entre don Juan Valera y don Francisco Moreno Ruiz, de Doña Mencía, en la que son frecuentes las alusiones a la tía Carmen, la cual, tras la partida del marqués, queda al tanto de la casa y de los bienes familiares. En la primera carta que Valera escribe a Moreno le informa de la llegada de su padre a Madrid, del mal estado en que éste se encuentra y le muestra su agradecimiento: «Sé que en esta ocasión ha estado Vd. más extremado que nunca en obsequiar y atender a mi padre, y en cuidarle y servirle como a su mejor amigo, y me apresuro a escribir a Vd. para decirle que se lo agradezco en el alma«, y no se olvida de encomendarle: «y dé Vd. expresiones a tía Carmen» (RT-256, Madrid 31-12-1.858). Y en carta del 30 de marzo de 1.859, le dice: «Ahora estoy velando a mi padre, y me ha parecido conveniente escribir a Vd. para suplicarle que visite a mi tía a menudo y la consuele, y mire por las cosas de mi casa y haga por que se vendan los frutos y vengan aquí los productos, porque en esta casa se han hecho y se están haciendo grandes gastos» (RT-258). Al día siguiente, a instancias de su padre, vuelve a escribir a Moreno informándole del delicado estado de salud de aquél y reiterándole su agradecimiento por sus favores, y le advierte de que «dice, asimismo, que consuele Vd. a mi tía Carmen y que la informe del estado en que se halla, de suerte que no sea para ella muy súbito e imprevisto el sentimiento, y ruega a V., por último, que esté a la mira de todo» (RT-260).
El 14 de abril de 1.859 muere don José Valera y así se lo comunica don Juan a su amigo Moreno, en carta de fecha 21 del mismo mes (RT-268): «Mi pobre padre ha muerto muy dulcemente, como tan bueno que era. Casi hasta los últimos momentos ha pensado en Doña Mencía, y me decía a menudo: ¡Ay, hijo mío, si yo pudiera aún pasar contigo un mes en Doña Mencía! Era un alma tan amorosa la suya, que ha expirado idolatrando a su mujer y a sus hijos, y pensando en los amigos cariñosamente, y acordándose con ternura de ese lugar«. Tras comentarle que debido a los cuantiosos gastos ocasionados por el casamiento de su hermana Sofía, enfermedad, entierro y funeral solemne de su padre se generará una deuda de algo más de cuatro mil duros «que el caudal, tal como está, debe satisfacer en uno, dos o tres años«, le informa del convenio con su madre y hermanas de que «el caudal quede pro indiviso hasta pagar la deuda«, y de que cree «por consiguiente, que las cosas de casa pueden seguir, y deseo que sigan, en el mismo estado en que están ahora, al cuidado de mi tía Carmen, hasta que vaya yo por ahí«.
Tras la muerte del padre los problemas con la herencia no se hacen esperar. La actitud egoísta de Pepe, el hermano mayor, complica el desarrollo normal de las cosas. Es necesario venir a Doña Mencía a aclarar los asuntos económicos pero, por unas cosas o por otras, el viaje se demora: «Harto conozco la necesidad que tenemos de ir ahí -escribe Valera a Moreno (RT-271)- y de ver la dirección que ha de darse a los negocios de la casa. En fin, yo iré por ahí con mi madre y cuando ella quiera. Entretanto, espero que tía Carmen y Vd., cuando no le moleste mucho, estén a la mira de todo. Yo no pienso intervenir en nada hasta que mi madre tome la iniciativa y declare lo que se ha de hacer, si no es que mi hermano Pepe tratare antes por acaso de mezclarse en nuestros asuntos, lo cual no consentiré por decoro propio.»
Los problemas con la herencia se acentúan. Pepe tiene engatusada a la madre de tal manera que ésta entiende que la mayor parte de la herencia es suya, en palabras del propio Valera. Pepe se ha llevado ya algunos papeles de la casa de Doña Mencía, y Valera teme que se lleve otros engatusando también a la tía Carmen, y así advierte al Morenito en carta fechada en Madrid el 7 de mayo de 1859 (RT-273): «Yo, por no romper con mi madre y por evitar escándalos, no iré a esa villa hasta que vaya mi madre. Entretanto, es posible que Pepe vaya por ahí con cualquier pretexto, y que procure llevarse los papeles que haya, como ya se ha llevado otros. Mi tía Carmen es dócil, buena y sin malicia alguna, y puede con su candor concurrir a perjudicarnos. Vd., si quisiera, podría prudentemente hacer triunfar la justicia y evitarnos muchos disgustos.»
En otras varias cartas se habla de la herencia y de la intervención de la tía Carmen, que pasaremos por alto para no parecer prolijos, y nos detendremos en otras, todas dirigidas al Morenito, salvo indicación en contra, que nos dan noticias muy curiosas. Por ejemplo, sobre la fundación del Casino en Doña Mencía: «Hoy lo hago[escribirle] para decirle, en primer lugar, que aplaudo y celebro la idea ya realizada de establecer en esa villa un Liceo y que desde luego espero que Vdes. me contarán en el número de socios fundadores. Que mi Sra. tía doña Carmen pague para ello lo que sea menester.» (RT-290)
La tía Carmen lo tenía al corriente de todo:
«Por cartas de mi tía Carmen estoy al corriente de las muchas diversiones que hay en ese pueblo y me entran ganas de trasladarme ahí en un vuelo, para disfrutar de esas zarzuelas, bailes, liceos, y demás amenidades.» (RT-302)
«Sé por cartas de mi tía que el teólogo Eduardo canta ya misa, y que para esta gran fiesta iba a haber pavo en arrope en casa de la Sra. Reina. Déle Vd., si la ve, la enhorabuena de mi parte, así como al «Santo Padre», su hijo.» (RT-349). El «Santo Padre» es ahora Eduardo Muñoz Reinoso (tiempo atrás Valera aplicaba este mismo apodo a D. Pedro Cubero, luego Obispo de Orihuela) que cantaría misa y, más adelante, después de gozar de un buen curato en la Habana que le proporcionó Valera, volvió al pueblo escandalosamente acompañado de una diaconisa, y aquí vivió con ésta y varios retoños. De la Sra. Reina ya hemos hablado más arriba.
No se conservan, que se sepa, cartas de la correspondencia que mantuvieron Valera y su tía, que no hubo de ser escasa. Aunque la mayoría de estas cartas versarían sobre economía doméstica y chismes de la localidad, parece que Valera también tenía a su tía al tanto de política:
«Hoy escribo a mi tía de priesa, porque yo estoy siempre de priesa, pero le pongo un parrafillo sobre política que ella leerá a Vd. y se enterará de la política de entre bastidores.» (RT-342).
Estando Valera en Doña Mencía, en junio de 1863, metido en política, así escribe a su hermano Pepe, con quien ya había hecho las paces: «También he tenido carta de Moscoso López, quien se me encaja aquí con su suegro a conferenciar. Llegará el 22. Figúrate qué apurada estará tía Carmen.» (RT-378). Sin embargo, los Moscoso López, fueron agasajados al parecer sin problemas, según informa dos días más tarde a su hermano: «Aquí hemos agasajado extraordinariamente a ambos grandes electores y ha habido pavo asado y en pepitoria, pajarillos, buen chorizo y mejor morcilla en el puchero, exquisito vino y otros excesos.» (RT-380)
A veces la tía Carmen se picaba si sospechaba alguna desatención para con ella: «Siento que mi tía Carmen esté resentida porque directamente no se le envió parte anunciándole el nacimiento de mi sobrina Luisita Malakoff. Mi madre no le envió, por economía, parte telegráfico, pero ella y yo entendimos que Ramona le transmitiría el que le dirigimos.» (RT-299). Piques que Valera intenta evitar cuando aconseja a su hermana Sofía, en carta que desde Madrid le dirige en agosto del 61: «Tía Carmen tan bien de salud, aunque rabiando mucho. Aquella señora es una santa y nos quiere con extremo. Cuando tengas un ratito desocupado escríbele cuatro palabras, contándole algo de por ahí, de tu casa, de tu Luisita, etc. Ella se alegrará mucho y te lo agradecerá en el alma.» (RT-336)17.
Pero lo que de verdad hacía rabiar a la tía Carmen eran los apuros que pasaba para administrar la economía doméstica: «Querido Moreno: Como mi tía Carmen se apura demasiado por todo y es menester andar con mucho tiento con ella, lo cual me revienta, pero es menester sufrirlo, no le dije al salir de ahí lo de la letra de 2.000 reales que Vd. me había dado. Después mis ocupaciones no han consentid ni que se lo diga hasta hoy ni que cobre la letra, pero hoy le aviso de la deuda que tengo con Vd. para que se la pague. En casa hay dinero bastante para ello, y aun le queda lo suficiente para hacer sus montoncitos y acudir a los gastos de labores, etc. Mi tía Carmen es excelente pero de todo hace un monte, de todo se incomoda, y este ha sido el motivo de no atreverme yo a decirle hasta ahora que le pague los dos mil reales.
Ella ha sabido antes que yo se lo avisara de que le debía a Vd. dicha cantidad, y me acusa de falta de franqueza y se me pica y me arma otros caramillos…» RT-337)
Varios días más tarde -corre el mes de septiembre de 1861-, Valera insiste sobre el mismo tema, un tanto enfadado: «No hay para que se disculpe Vd. ni para que me disculpe yo si dijimos o no dijimos lo de los 2.000 reales. Lo que importa es que mi tía se los pague y esto espero que habrá ya hecho. Yo no me he casado para no tener que sufrir mujer y tengo que sufrir a dos. Mi tía Carmen no tiene razón en lamentarse de los apuros en que la ponemos. Todavía hay en casa algunos cientos de arrobas de vino en la candiotera, algunas arrobas de vinagre, más de cien fanegas de trigo que se pueden vender y tal vez alguna que otra arrobilla de aceite…» (RT-340)
Pero la tía no tiene remedio. Un año más tarde, escribe Valera: «Mi tía Carmen, que es una santa pero bastante fastidiosa a veces, halla en todo dificultades. Suplico a Vd. que se las haga ver menos grandes de lo que ella imagina, y también le suplico que le dé o envíe uno o dos cerdos para la matanza, que ella los pagará. Nosotros no queremos que mi tía se trate mal y viva miserablemente«. (RT-357)
Por aquellas fechas -noviembre de 1862- vemos a Valera interesado por el asunto del vino. En una larga carta argumenta al Morenito cómo mejorar el vino y la industria vinícola en Doña Mencía. La tía Carmen se muestra reacia: «Doy a Vd. mil gracias por las conversaciones que tiene con mi tía en las que me hace un gran favor, persuadiéndola de que debemos propender por cuantos medios estén a nuestro alcance a convertir el vino de quema en vino de carga. En Málaga, el vino es mucho pero que en Doña Mencía y, sin embargo, allí no se quema ni una sola arroba. Todo se remedia y compone con aguardiente y con claras.» (RT-358). Y en otra carta: «Agradezco a Vd. el cuidado que se toma por mis cosas de esa villa y le suplico que aconseje a mi tía los trasiegos convenientes y las debidas depuraciones y clarificaciones para que nuestro vino salga bueno. Dígale Vd. a mi tía que tome para encabezar de ese aguardiente de 30 grados con que Vd. me brinda.» (RT-359)
Tras la muerte de D. José Valera, su esposa, la marquesa, solía pasar largas temporadas en Doña Mencía, al cuidado del caudal familiar. La tía Carmen se siente a veces desplazada y no deja de haber sus más y sus menos. Así escribe Valera al Morenito en enero de 1864, rogándole su intermediación: «Recibí ayer la carta de Vd. del 26 y mucho sentimiento por ese cisma de mi tía Carmen. En el alma me alegraría yo de que Vd., con su mucha prudencia y discreción, lo arreglase todo, e hiciese que Dª Carmen se quedase tranquila con nosotros. Mi tía es utilísima ahí a nuestros intereses, aunque mi madre esté también ahí, y mucho más cuando no esté mi madre. Yo tendría un extraordinario pesar si mi tía se fuese picada y ofendida. Dígaselo Vd. así de mi parte, y suplíquele encarecidamente en nombre mío que se aquiete y se avenga. Mi madre se volverá al fin a Madrid conmigo, y entonces tía Carmen podrá volver a sernos en esa villa de una utilidad inmensa.» (RT-468)
Dos meses más tarde -marzo del 64- las aguas parecen haber vuelto a su cauce, tal vez por los buenos oficios del Morenito: «Mucho celebro que las iras y furores de mi tía Carmen se hayan calmado.» (RT-489)
Durante una estancia que don Juan pasó en Doña Mencía en julio y agosto de 1864, haciendo compañía a su madre, escribe a su amigo Gumersindo Laverde, quejándose del ruido que hay en la casa, de que así no se puede concentrar ni escribir nada, y no se olvida de nombrar a la tía. Lo que dice no deja de ser un curioso y pintoresco cuadro de costumbres: «La casa es grande, pero no puedo aislarme. Desde mi cuarto oigo a los niños que chillan; a los loros de mi madre, que alborotan; a mi tía, que les riñe a las criadas; a los hombres del campo que vuelven o que van a sus faenas, o que acuden a charlar en la cocina de casa.» (RT-502).
La última referencia a la tía Carmen que se encuentra en los espistolarios es de fecha 26 de septiembre de 1865, en carta que Valera dirige al Morenito, y se limita a un escueto: «Dé Vd. expresiones cariñosas a Manolita, a mi tía Carmen, a mi madre y al señorito y su prole, y créame siempre su aftmo. amigo.» (RT-570).
Cuando habla del Señorito, Valera se refiere a su pariente y amigo don Francisco Muñoz Reinoso, según se ha dicho más arriba. Precisamente, con motivo de cierta recomendación para un hijo suyo, Frasquito Reinoso, en cuya resolución al parecer interviene la tía Carmen, Valera escribe al Morenito, invocando como tantas otras veces su influencia acerca de aquélla, siendo en esta carta la única ocasión en que nombra Valera a su tía incluyendo su primer apellido, y lo hace como «doña Carmen Escalera» (RT-328).
Doña Carmen Escalera falleció en Doña Mencía el 18 de noviembre de 1.869. De su extensa partida de defunción, que ocupa tres páginas, entresacamos lo que sigue18: «…mandé dar sepultura al cadáver de doña María del Carmen Escalera, natural que fue de Tocina, provincia de Sevilla, de edad de ochenta años, de estado soltera, de esta vecindad, hija de D. Fernando Escalera y Pareja, natural que fue de Fuentes de Andalucía, y de doña María Inés Megías y Torralbo, natural de dicha villa de Tocina. Falleció ayer de apoplejía según certificación del facultativo. Testó ante don José María Antúnez, escribano que fue de esta villa, en primeros de Noviembre de mil ochocientos cincuenta y dos, y por lo que respecta a su causa pía, ordenó que su cadáver fuese amortajado con la ropa de su uso y encima el hábito de Nuestra Señora de los Dolores, y sepultado en el cementerio o lugar que dispongan los albaceas que nombrara al efecto, a quienes encarga que su entierro sea de la clase pobre y sin lujo, habiendo sido, por disposición de la Señora Marquesa de la Paniega, en cuya casa habitaba la señora difunta, de primera clase solemne… Nombró por sus albaceas testamentarios y partidores en legal forma al Señor don José Valera y Viaña, Marqués de la Paniega, su primo, a su hermano político don Joaquín María Fernández Peñaranda, a don Antonio María Escalera y Megías, su hermano, y a su sobrino carnal don José María Escalera Fernández Peñaranda, vecinos de Fuentes de Andalucía, a excepción del primo que lo es de esta Villa. Instituyó por sus únicos y universales herederos a sus sobrinos carnales...» La partida de defunción está firmada por don Juan Mellado, como Coadjutor Regente de la Parroquia de Nuestra Señora de Consolación de Doña Mencía19.
No deja de llamar la atención que la tía Carmen y su madre fueran naturales de Tocina, y que el padre lo fuera de Fuentes de Andalucía. Aquello que se ha afirmado de que don Juan Valera no inventa nada en sus novelas puede verse reafirmado por estas circunstancias: Después de describir en su novela Juanita la Larga la procesión de Santo Domingo, dice al comienzo del capítulo XVI: «A las diez se cantó la misa mayor con órgano, que lo hay allí muy bueno, y no sucede lo que en Tocina y en otros lugares de la Andalucía Baja, donde dicen que a falta de órgano tocan la guitarra en la iglesia«. Y en la introducción a la novela Las Ilusiones del Doctor Faustino, tras hablar del Santo Patrón, de su procesión y zambullidas en el Pilar de Abajo, y de la patraña de lo del padre Bermejo, aclara: «No es caso singular el que refiero. Apenas hay lugar en Andalucía contra el cual no se haya levantado algún chiste ofensivo en los lugares circunstantes, por ejemplo (…) a los de Tocina los embroman afirmando que la música de la misa mayor se acompaña con una guitarra porque no hay órgano en la iglesia. A los de Fuentes de Andalucía basta llamarlos de Fuentes de la Campana para que se enojen«. ¿Casualidad? Más me huele a recuerdos de conversaciones mantenidas con la tía Carmen.
1 Archivo Municipal de Doña Mencía (AMDM). Actas Capitulares de 1.810. Legajo nº 8.
2 AMDM, nº registro 1.610, «Hijuela del Repartimiento de Rentas Provinciales… (año 1.840)».
3 Archivo de la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción y Ángeles, de Cabra (APNSAAC), libro de difuntos nº 11, folio 73 recto.
4 Tampoco aparece en los libros de entierros del Archivo Parroquial de Doña Mencía, en donde, por si acaso, también he buscado.
5 APNSAAC, padrón parroquial de 1.827. Esta Dolores Valera, nacida en Doña Mencía, se casaría en este mismo año de 1.827 con D. Casimiro Valera, también menciano, y dos años más tarde, al enviudar, con D. Felipe Ulloa. Estos son los personajes que inspiraron a D. Juan Valera su novela Pepita Jiménez.
6 Correspondencia. Volumen I (Corr.I) Edición de Leonardo Romero Tobar. Editorial Castalia, 2.002, pág. 37 (Carta de D. Juan Valera a Juan Navarro Sierra, de fecha 22 Enero 1.847).
7 Joaquín Zejalbo Martín, «Los orígenes egabrenses de don Juan Valera«, Ayuntamiento de Cabra y Exma. Diputación Provincial de Córdoba, 1.991, páginas 4 y 7.
8 J. Zejalbo, obra citada, pág. 8.
9 J. Zejalbo, obra citada, pág. 10.
10 APDM. Padrones parroquiales de 1.832 y 1.834. A título de curiosidad diremos que en los años 1.833 y 1.840 aparece domiciliado en la calle Peñuelas (que a veces se confunde con Vuelta del Sacramento) D. José Freuller, primer hijo de la marquesa de la Paniega y futuro marqués; y asimismo en el año 1.837, en la calle del Hospital (conocida también como del Espíritu Santo), es de suponer que en la misma casa que en 1.834 habitaba D. José Valera. En todos los casos figura sin acompañantes.
11 Joaquín Moreno Manzano, «Testamento del teniente de navío retirado D. José Valera y Viaña, Marqués de la Paniega», en «Crónica de Córdoba y sus Pueblos» VIII, Córdoba 2.002, pág. 37 y 38.
12 Matilde Galera Sánchez, «Don José Valera y Viaña», artículo publicado el 7-9-1984 en el periódico «La Opinión«, de Cabra, y reproducido en noviembre de 1.996 en «El Bermejino«, de Doña Mencía.
13 «Correspondencia«, edición de Leonardo Romero Tobar, Editorial Castalia, 2002 y 2003. En adelante, RT seguido del número de la carta correspondiente, que irá entre paréntesis en el texto para evitar las continuas remisiones a notas.
14 Para más información sobre don Juan de Mata Vargas y Las Civiles véase mi artículo titulado «Las Civiles y las Meonas».
15 CANTERO MUÑOZ, A. «Historia de la Semana Santa de Doña Mencía (1800-2005)» (Doña Mencía: Gráficas Flora, S.L. 2005) p. 75-76.
16 Para más información sobre esta familia y sus relaciones con Valera, véase «Una carta inédita de don Juan Valera», de Matilde Galera Sánchez, en «La Opinión«, de Cabra, 7 de septiembre de 1.985.
17 Se tiene constancia de que Sofía se carteaba con la tía Carmen, de acuerdo con lo que Carlos Sáenz de Tejada dice en la página 38 de su libro «Juan Valera. Cartas íntimas (1853-1897)«: «Se han anulado tres cartas: dos de Carmen, tía de Sofía, que vive en Doña Mencía, por ininteligibles, del año 1857?…».
18 APDM. Libro de entierros nº 11, folios 167, 167 vto. y 168 recto.
19 APDM, Libro de entierros nº 11, f. 167-168 recto.