RELIGIOSIDAD POPULAR Y SEMANA SANTA EN MOTRIL. SERMÓN EN HONOR DEL CRISTO DE LA EXPIRACIÓN Y NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS EN 1963

 en Religiosidad Popular

Publicado por Antonio Cantero Muñoz en Motril Cofrade 2007  páginas 23-33.

Antigua imagen del Cristo de la Expiración de Motril

SERMÓN PREDICADO EN HONOR DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA EXPIRACIÓN Y NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUASTIAS DE MOTRIL EN 1863

La presente exposición se refiere a un testimonio documental hasta ahora inédito de indudable valor, como es el sermón pronunciado el 23 de agosto de 1863 en honor de las imágenes del Santísimo Cristo de la Expiración y Nuestra Señora de las Angustias de Motril, con motivo del nombramiento de la Reina Isabel II como hermana mayor perpetua de las cofradías de las que eran titulares las citadas sagradas imágenes, conforme a lo dispuesto en la Real Orden de 9 de mayo de 1863.

Fue predicado por José de Ramos y López Ponce Misionero Apostólico, Capellán de honor y Predicador de S. M, Caballero Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, Canónigo de la Insigne Iglesia Colegial del Sacro-Monte de Granada, en la Parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación, estando presentes además de los cofrades y el Ayuntamiento de Motril, el Capitán General que en calidad de delegado regio lo presidiría1. Y fue publicado ese mismo año a cargo de ambas hermandades en la imprenta de Francisco Ventura y Sabater.

Su tenor literal que transcribimos a continuación de forma íntegra, está lleno de halagos a Isabel II tales como “tan bella como piadosa” o “su piedad y las virtudes cristianas de que aparece hoy rodeada”, llegando hasta el extremo de compararlas con Santa Clotilde, Santa Isabel de Portugal, Santa Berta, Santa Margarita, Santa Eduvigis e Isabel la Católica.

Es fácil de deducir que el honor que suponía, el que Isabel II fuera nombrada como hermana mayor perpetua de las cofradías del Cristo de la Expiración y Nuestra Señora de las Angustias. explicara esas expresiones. Pero esa pleitesía también deriva de la vigencia por entonces en nuestro país del espíritu de las leyes dictadas por Carlos III sobre cofradías y hermandades: la exigencia a estas entidades para que estuvieran constituidas conforme a derecho, que sus estatutos u ordenanzas no solo estuvieran aprobados por la autoridad diocesana, sino por el propio Estado, lo cual otorgaba plena capacidad jurídica y de obrar2.

Esos trámites es fácil de deducir que fueron cumplimentados por la cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración de Motril, como se deduce del magnífico trabajo publicado por Rafael Frías Marín en la edición Motril Cofrade correspondiente al año 20013, donde se transcribe de forma íntegra sus ordenanzas, que fueron aprobadas el 20 de noviembre de 1855 y remitidas posteriormente al Ministerio de Justicia.

SERMÓN QUE EN LA SOLEMNE FUNCIÓN CELEBRADA POR LAS REALES HERMANDADES DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA ESPIRACION (SIC) Y DE MARÍA SANTÍSIMA DE LAS ANGUSTIAS DE MOTRIL, CON MOTIVO DE HABERSE DECLARADO S. M LA REINA Dª ISABEL II HERMANA MAYOR PERPETUA DE DICHAS CORPORACIONES.

Predicó en la Insigne Iglesia Parroquial Mayor el día 23 de Agosto de 1863, EL S.R D.N D. JOSÉ DE RAMOS Y LÓPEZ PONCE, Misionero Apostólico, Capellán de honor y Predicador de S. M, Caballero Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, Canónigo de la Insigne Iglesia Colegial del Sacro-Monto de Granada, etc etc. Impreso por acuerdo y á expensas de las referidas Corporaciones

Granada

Imprenta de D. Francisco Ventura y Sabater

1863

¿Quid vis, Esther regina? Cap. 5º v. 3º

¿Qué es lo que quieres, reina Esther?

EXCMO. É ILMO. SRES: REALES HERMANDADES.

No se cifran solo los timbres y el honor de un pueblo en sus triunfos militares, ni en sus glorias artísticas y literarias. El brillo deslumbrador de las conquistas y la mágia seductora del pincel y de la poesía ejercen un poder irresistible en el corazón humano; pero abarcan del todo el dilatado ámbito de sus deseos y de su entusiasmo. Hay otro embeleso cuya acción le ocupa soberanamente y pone en movimiento todos los resortes de las impresiones nobles, gérmen fecundo de pensamientos y de acciones sublimes, si bien cuando salvaron el justo límite que les prefijara la fe, lo fueron también de impresiones desgraciadas y de hechos reprobados. Tal es la memoria de esa religión santa, que descendiendo del cielo en brazos del Hijo de Dios, pura como el hábito divino del principio de donde emana, se extiende majestuosa por el espacio, da nueva perspectiva al mundo moral, robustece en el corazón humano el principio agonizante de la virtud, y recordando al hombre su grandioso origen le despeja la senda por donde pueda alcanzar el excelso destino á que es llamado desde la aurora de su existencia.

Este sentimiento es connatural al hombre, porque cualquiera que sean sus creencias es esencialmente religioso; siendo esta una de las ideas que más se han apoderado de su corazón, inflamándole para las empresas más arduas. La religión, sí, es la que elevó en alas del genio á los Homeros y Sófocles, á los Apeles y Timantes, á los Lisipos y Praxiteles; y los antiguos Helenos no hubieran legado con orgullo á la posteridad los prodigios de las artes y de la poesía, si el espíritu religioso no hubiera influido tan poderosamente en el desarrollo de las inspiraciones de aquellos genios sublimes.

Y es propio de la religión no solo conmover al hombre y ensanchar los límites de su inteligencia y de su corazón, sino que da á sus obras una existencia imperecedera, y marcándoles con el sello de la eternidad, ellas subsisten mientras sucumben los imperios, se cambian las instituciones y se desmoronan las ciudades más florecientes. Ya lo veis, Sres., el mundo eleva constantemente soberbios monumentos á las grandes acciones de los conquistadores, procura perpetuar sus famosas victorias, hace que la tierra se estremezca con el ruido de sus alabanzas, las que canta é inmortaliza una vana poesía; cada Aquiles tiene su Homero y se agota la elocuencia para ilustrarlo; se dan mil elogios exteriores á la vanidad, que solo son producidos por puro cumplimiento; pero las verdaderas y sinceras alabanzas, la verdadera gloria, solo pertenecen á la religión y á la virtud. Y es porque donde no se ve más que la obra del hombre y el resultado de sus pasiones y de su limitado poder, allí no hay más que brillo fugaz, que pasa como la flor de un día, como esos gigantescos palacios que forma la luz del sol al recostarse por la tarde sobre la superficie de los mares; pero cuando el hombre obra movido por una virtud sobrenatural; cuando el dedo de Dios ha tocado en su corazón, sus acciones sobrevivirán al tiempo, porque llevan un sello divino, y el tiempo no puede consumir lo que es infinito y eterno.

Ved aquí por que vive en la memoria de los siglos la fama inmortal de una Reina, tan bella como piadosa, que ofreciendo toda su exaltación, sus bienes, aun su misma vida como materia de un sacrificio el más digno á su religión y á su pueblo, alcanza por su virtud el que se derogase el decreto de muerte que se había dado contra todos los judíos, y corona su reinado con uno de los más bellos triunfos que han podido obtener todos los Monarcas de la tierra.

Sres., cuando reflexiono sobre el plausible acontecimiento que ha dado origen á esta augusta solemnidad; la régia magnificencia con que se ha engalanado este Templo, la pompa extraordinaria del culto que hoy se tributa á estas santas Imágenes, y la presencia de estas respetables Autoridades; cuando considero á la heredera de cien Reyes, á la nieta de S. Fernando, á la Reina Católica de España Doña Isabel II declarándose por su Real órden de 9 de Mayo de este año, Hermana Mayor perpétua de las Ilustres Cofradías del Santísimo Cristo de la Espiracion (sic) y de María Santísima de las Angustias, y confundiéndose entre sus leales y apasionados súbditos, la veo derramar lágrimas de piedad ante el lávaro de nuestra salvación, me parece que escucho una voz que saliendo del trono del divino Asuero Jesús, repetida por los ángeles y velada por esa columna de incienso, hace resonar en este templo las palabras de mi tema: ¿Qué quieres, reina Esther? ¿Quid vis, Esther regina?

Estas palabras va á ser el objeto de mi discurso en esta mañana y de vuestra benévola atención; sin embargo, quiero proponer el asunto para proceder con el debido método. La Reina Isabel II al constituirse Hermana Mayor perpétua de estas Ilustres Hermandades, quiere como cristiana la honra y gloria de Dios, y como Reina, el bienestar y la dicha de su pueblo.

¡Virgen la más bella y afligida de todas! ¡Quien podrá hablar dignamente de las grandezas de Jesús y de sus perfecciones y virtudes sin quedar confundido y abismado! Ven, pues, estrella de la mañana y derrama sobre mi espíritu un rayo de esa luz que te rodea; de esa luz que da elocuencia á los párvulos y hace brotar en las inteligencias la inspiración y la fecundidad. Házlo así, Señora, por la gloria de tu Hijo, por la honra de tu nombre y por el bien del pueblo cristiano, y acepta la tierna salutación con que á imitación del ángel te predicamos llena de gracia.

AVE MARÍA.

¿Quid vis, Esther regina?

¿Qué es lo que quieres, reina Esther?

EXCMO, É ILMO. SRES.: REALES HERMANDADES

Es indudable que Dios protege y da el éxito más favorable á los propósitos de aquellos Monarcas que solo se sirven de su poder para sostener la causa de la religión, y socorrer á los que se encuentran oprimidos por la tiranía ó por la miseria. Recordar ese bellísimo episodio que nos presentan los libros santos en la figura de Esther: su rara belleza y el mérito de sus virtudes le proporcionan ceñir sobre sus sienes la corona de su vasto imperio. Conservando en la vida pública, en el seno de los régios alcázares, los nobles y religiosos sentimientos que había cultivado en la vida privada, ningún momento hay para ella más feliz que aquel en que pueda salvar á su pueblo y confundir para siempre a sus injustos opresores. El pérfido Amán, celoso de las adoraciones que le negaba Mardoqueo, arranca un decreto del rey Asuero, por el cual debían ser sacrificados en un día señalado todos los judíos. La piadosa Reina siguiendo en todo el espíritu de Dios y preparada convenientemente con la oración y el ayuno, se viste con sus mejores galas, y con una humildad cuyo fulgor oscurece el brillo de sus adornos, se postra á los pies del poderoso Monarca y le ruega, revoque la sentencia de muerte que había dado contra todos sus hermanos; y descubriendo la falsa y cruel política del Ministerio, hace que este se precipite en el funesto escollo que había preparado á tantos inocentes. Incidit in fovean quan fecit.

¿Que tipo podría yo presentaros hoy que representase más al vivo los grandes y religiosos sentimientos de la Segunda Isabel al constituirse Hermana Mayor perpétua de estas Ilustres Cofradías, ofreciendo á los pies de Jesucristo el más elocuente testimonio de su piedad y acendrado catolicismo? Ilustrada con las luces de la fe y con un profundo conocimiento de las verdades cristianas, sabe que en la mano de Dios está la suerte de las naciones y de los imperios; que su poderoso brazo es el que confunde á los soberbios y eleva los humildes al trono de los principios que abate; que los impíos y sus errores se disipan al soplo de la indignación divina, así como ligero tamo arrastrado por el huracán, y afligida por los males que ha experimentado y experimenta esta nación privilegiada, como nueva Esther, corre á los pies de Jesús, y ofreciéndole sus sacrificios interiores, su abnegación, su humildad, su caridad, adornos los más encantadores de un alma cristiana, pide por la salvación de su pueblo, y oye en torno suyo estas dulcísimas palabras: ¿Qué quieres, reina Esther? ¿Quid vis, Esther regina?

Y ¡en qué circunstancias, Sres., nos da esta lección de moral, este sublime ejemplo de virtud!… Cuando la hidra del error derrama por todas partes las más funestas doctrinas en contra del culto, de la religión, de la familia y de la propiedad; cuando la indiferencia religiosa, que ha helado los corazones, desata con mano limpia los vínculos de fraternidad y de paz; cuando la literatura y las artes buscan en el paganismo inspiraciones sensuales, y ya en versos delicados, ó en mil figuras obcenas (sic), dan á nuestra juventud el elemento de su depravación, entonces, es cuando nuestra augusta Soberana invoca el auxilio de Dios, y la humillada ante la víctima del Calvario, reune á sus fieles súbditos y les dice con el acento de una Madre: aprended, imitad: inteligente, erudimi.

He aquí por que he dicho que como cristiana busca la gloria de Dios; porque este es el primer acento que debe salir de un corazón que ha formado la Iglesia y que ha alimentado con la sangre del Calvario. Busca á Jesucristo, porque sin Jesucristo no hay religión; por eso todas las heregías (sic), han atacado más ó menos directamente el dogma de la Encarnación. Pues bien, Jesucristo es la expresión más completa, más fiel y más brillante de la gloria de dios, por que Él es el esplendor de la gloria del Padre y la imágen de su sustancia: el mismo Jesucristo ha dicho: que el que conoce al Verbo conoce también al Padre. Y la Iglesia en quien se refleja toda la hermosura del Redentor nos enseña “que en la fe de Jesucristo es donde se encuentra el verdadero conocimiento de Dios, la verdadera ciencia de la salvación”.

Pero no solo el Salvador refleja como una admirable luz esa gloria que le es común con el Padre, sino que María, la angustiada virgen de Nazaret, es también la gloria de Jesucristo al mismo tiempo que es nuestra mediadora. Ella es quien con sus súplicas, con su protección y sus tiernas miradas nos sostiene en la fidelidad que debemos á Jesús cuando estamos en gracia, y nos abre las puertas del arrepentimiento cuando estamos en pecado. Del mismo modo que por María recibimos el primer beneficio de la redención, que es la fe, principio de salvación, así también recibimos por ella la gracia, fruto de esta redención. Ella nos aplica los mérito de su Hijo, nos asegura su auxilio y nos hace partícipes de su herencia. Si en todas las situaciones de su vida es nuestra verdadera Madre y nos nos muestra el deseo de sacrificarse por nosotros, al píe de la Cruz y sosteniendo en sus brazos el cuerpo adorable de Jesús, es donde completa el magnífico triunfo de su amor, de su ternura y caridad en favor de todos los hombres. ¡Oh dulce y angustiada Señora! Vos sois con Jesús el consuelo de la humanidad afligida.

En vista de estos antecedentes, creo que deberá sorprender nos el que nuestra excelsa Soberana solo busque la gloria de Dios, y por consiguiente no desee otra ciencia que la de Jesús, y éste crucificado, como enseñaba San Pablo. Sí, el triunfo admirable de la muerte y de la sangre de ese Hombre Dios es no solo el motivo de la más sólida confianza del cristiano, sino que en ese triunfo está vinculada la suerte de la humanidad. Cuando en medio de sus más sensibles infortunios fija el hombre su vista en la imagen de Jesús, y contempla los admirables ejemplos que le da desde esa cátedra de amor, no puede menos de sentirse sumamente conmovido y alentado para seguir el camino del bien. ¿Cómo no ha de parecerle poco todo lo que sufra comparado con los padecimientos de ese modelo y ejemplar Divino? ¿Cómo no reconocer en ese Cordero el Unigénito del Padre, resplandeciente de majestad y de gloria en medio de sus mismas ignominias?

Pero Excmo. Sr., la que como cristiana fomenta con sus actos religiosos la honra y gloria de Dios, quiere también como Reina la felicidad de su pueblo.

Ha dicho un escritor ilustre que nada hay tan contagioso y persuasivo como el ejemplo. Todos los tratados de patriotismo imaginables, añade, no hubieran hecho sobre el pueblo romano lo que hizo el desinterés de Régulo; ni nunca hubo ninguna arenga que tuviese tanto valor como la acción de Condé, arrojando su bastón de mando en medio de las filas del enemigo, y siendo el primero en arrojarse entre ellos para recobrarlo.

Ahora bien, la augusta Madre de los españoles, deseando como Reina la dicha de su pueblo, quiere ser la primera en enseñarnos los medios por donde podamos alcanzarla. Y como el ejemplo es tanto más persuasivo cuanto es más elevado el personaje que lo da, de aquí, el que su piedad y las virtudes cristianas de que aparece hoy rodeada, arrebaten nuestra atención y nuestro entusiasmo, y nos impulsen á imitarla y seguir sus pasos, si hemos de alcanzar el venturoso objeto que forma su constante anhelo. Tomando por modelo esa serie gloriosa de santas e ilustres Reinas que con sus talentos y virtudes han cristianizado y civilizado la Europa, tales como Santa Clotilde en Francia, Santa Isabel de Portugal, Santa Berta en Inglaterra, Santa Margarita en Escocia, Santa Eduvigis en la Polonia e Isabel la Católica en España, se propone como ellas combatir el error hasta aniquilarlo, y sosteniendo todas las obras de religión y de caridad, elevar esta Nación a la cumbre de su grandeza.

Porque, Sres., no son los adelantos materiales y el desarrollo del lujo lo que constituye la felicidad de un pueblo: nunca el hombre ha marchado tan rápidamente a la conquista y a la dominación del mundo. Recorred en vuestro pensamiento lo que ha pasado en estos últimos siglos, y lo que pasa en nuestros días. ¡Qué vasta reunión de trabajos y de obras humanas en todos géneros y en todos lugares! ¡Cuántos secretos penetrados por la ciencia! ¡Cuántos monumentos levantados por el genio! ¡Cuántas riquezas creadas por la industria! ¡Ah! El hombre se pasea como Señor por todos los espacios de la tierra que habita, sondea con mano firme los mundos que no puede pisar, y la materia bajo todas sus formas se ve domada y sometida a su servicio. Y á pesar de estos progresos, ¿no corroe las entrañas de la sociedad una llaga honda, cruel y maligna, que parece trasmitirse de hombre a hombre, de escuela en escuela, de un país á otro, cada vez más complicada y sin remedio visible? ¿No sale de en medio de la humanidad herida un grito universal de dolor, pidiendo pronto remedio?

Sí, Excmo. Sr.; y esto consiste en que el elemento principal de nuestra salud, de nuestra vida, de nuestra prosperidad, de nuestra concordia y de nuestra fuerza, que es el principio religioso, parece que se nos escapa, que huye de nosotros, y nos encontramos en esa cruel ansiedad en que se halla en enfermo a quien por grados va faltando la respiración, ó como el perdido navegante que ve desaparecer los últimos rayos del sol, quedando como suspendido y sin derrotero fijo entre el cielo y el abismo. Á media que van faltando las virtudes, y las prácticas religiosas se sustituyen con espectáculos profanos, nuestro malestar crece, se hace cada vez más visible, y tememos por el trono, tememos por las instituciones, tememos por la sociedad y por la familia, y vivimos en un continuo sobresalto, que no es otra cosa que el síntoma de una enfermedad destructora.

Más no desconfiad; aun tenemos medicina que pueda combatir ese cáncer social que amenaza devorarnos. Sí, vuestra Reina os la muestras, y os señala con el dedo esa Cruz santa y bendita: ella es el árbol de la vida que cura toda clase de dolencias; es, la fuente de la gracia cuyas purísimas aguas calman la ardiente sed de las pasiones; acercaos á ella y bebed de la sangre que destila, y cuando llegue el corazón sentiréis una fuerza misteriosa que renueva vuestro ser, que os sugiere santos pensamientos, que os inspira horror al vicio y amor a todo lo bueno, que os dará valor en los peligros, y os hará dulce hasta la muerte. De la escuela de la Cruz salieron esas virtudes que han dado equidad a las leyes, discreccion y humanidad a los gobernantes, y que han formado la concordia y la sumisión de los pueblos más altivos y rebeldes. Por la práctica de esas virtudes, el Señor protegió siempre a nuestros católicos Reyes, e hizo victoriosas sus armas en la montaña del Águila, en las Navas de Tolosa, en los campos del Salado, en el golfo de Lepanto, y últimamente en África. El sentimiento cristiano es el que dió a los españoles el espíritu de nacionalidad que le es tan característico, su amor a la independencia, su adhesión y fidelidad al trono, su unión en las grandes empresas, y su valor en los combates. Ya veis cuál s el camino del bienestar y de la felicidad de un pueblo: esto es lo que desea nuestra Reina, y de ello nos da una excelente lección al inscribirse en estas Hermandades.

Reasumo, Sres., diciendo: que solo el conocimiento de Jesús y de su bendita Madre y el culto filial que le tributamos, pueden producir la justicia y la santidad tanto en los Monarcas como en los vasallos; sin cuyas virtudes, ni siglos ni naciones podrían vivir, y por las cuales viven más y más. Que los errores dominantes, pretendiendo divinizar nuestra razón y hacernos más ilustrados, nos conducen a la incredulidad, y de la incredulidad al ateísmo y a la barbarie. que no es la magnificencia de los palacios, ni el lujo de sus trajes, ni el esplendor de la corte que le rodea, ni los ejércitos que le defienden, lo que constituye la grandeza de un Monarca, sino esas virtudes secretas que le elevan hasta Dios, y le hacen su verdadero representante en la tierra.

¡Gloria a Dios, y a las veneradas imágenes del Santísimo Cristo de la Espiracion (sic) y Nuestra Señora de las Angustias que nos han proporcionado un día tan fausto; y alabanza eterna á la ínclita Soberana que con su admirable celo por la religión ha conquistado una vez más nuestro respeto y nuestro entusiasmo! He concluido.

Excmo. Sr.: el día más feliz de vuestra vida me parece que es el presente; y es justa vuestra satisfacción y vuestra dicha, pues venís a solemnizar un nuevo triunfo del cristianismo, que es el primer bien de los hombres, su fuerza y su gloria. Todos vuestros títulos debidos al mérito de vuestro heroísmo en los campos de batalla, y que os elevan á una alta posición en la escala social, desaparecen ante la soberana confianza de que os presentáis revestido ante nosotros. En ese honorífico puesto, que tan dignamente ocupáis, sois el lugar-teniente, el representante de S. M., que de este modo ha logrado salvar las distancias, y asistir con nosotros a esta religiosa fiesta, consagrada a honra y gloria de Jesucristo y de su Santísima Madre. Para los que conocen la delicadeza y elevación de vuestros sentimientos, la elección de S.M. no ha sido otra cosa que un rasgo de su proverbial justicia, ó el feliz resultado de una misteriosa inspiración. Nos congratulamos con vos, Sr. Excmo.: os deseamos que prolonguéis hasta el fin de vuestros días la grata y profunda satisfacción con que habéis acogido el favor Soberano; y descansando en la rectitud de vuestra intención, y en la nobleza de vuestros sentimientos, esperamos tranquilos el porvenir, seguros de que nunca olvidaréis que el principal objeto de la Reina de España ha sido fomentar el culto católico, y elevarlo al más alto grado de esplendor. En nombre de este religioso pueblo, que os saluda cordial y respetuosamente, os doy las más cumplidas gracias, y pido al cielo os colme de todo género de felicidades.

Ilustre Ayuntamiento: Hermanos todos de las Reales é Ilustres Cofradías del Santísimo Cristo de la Espiración (sic) y de María Santísima de las Angustias: al dispensarme la honra de ser el intérprete de vuestros sentimientos en esta memorable solemnidad, yo quisiera poseer todos los recursos de la elocuencia para presentar con bellas formas todo el mérito de vuestra devoción, de vuestra lealtad, de vuestro patriotismo y generosidad. Más lo que aun me falta en este panegírico, lo publicarán en alta voz esos regocijos y fiestas con que queréis demostrar vuestra gratitud al inestimable favor que os ha dispensado S. M.; y la fama llevará con gloria vuestro nombre de aun más allá de la tumba. La memoria de tan fausto acontecimiento debe quedar consignada en los anales de esta Ciudad con caracteres indelebles, y no dudéis que la esclarecida princesa que ha querido daros un abrazo fraternal al pié de esas sacrosantas aras, guardará también en el santuario de su corazón el testimonio de vuestra noble y fiel correspondencia.

Llenaos de un santo orgullo; habéis recibido una hora que envidiarían otros muchos pueblos; pero esta distinción os impone dos deberes: el primero, el de ser virtuosos y proteger la religión, que es la única que posee consuelos para todas las calamidades, y lazos amorosos para unir á todos los hombres. Si mi voz, semejante al soplo de Exequiel, renovando en este Templo el milagro del campo de Senaar, reanimase las frías cenizas de vuestros padres, de aquellos ancianos venerables que llevaron sus canas llenas de gloria al sepulcro, ellos nos referirían los favores que en todo tiempo habían obtenido de la Divina Misericordia por la mediación del Santísimo Cristo de la Espiracion (sic) y Nuestra Señora de las Angustias. Ellos nos dirán que el culto á estas santas Imágenes fue más poderoso para auyentar su tristeza que lo fuera para Saul la cítara de David; y que semejante al árbol de Daniel, bajo sus verdes ramas, encontraron un consuelo inefable en todos los peligros y calamidades de la vida. Pues bien, no olvidéis que ese trono de ignominia, es el escudo de esta Ciudad, su fortaleza y su defensa; por eso cuando el cielo nos amenaza con su ira, ó sintáis que el monstruo del error quiere invadir vuestros hogares, corred hacia esa Cruz con vuestra familia y vuestros hijos; dad a esta población ese recomendable ejemplo de creencia y de virtud, y así podréis legar á las generaciones futuras íntegro y sin mancilla el depósito de vuestra piedad.

El segundo deber es el de amar siempre á nuestra Reina y ser fieles á su trono. De hoy más, la Reina de España es miembro de estas distinguidas Corporaciones, y forma parte de vuestra sociedad y de vuestra familia. De hoy más, cuando fijéis vuestras miradas en el asiento de presidencia, os dirá sin duda vuestra gratitud y entusiasmo-allí está mi excelsa Soberana, allí está la gran Princesa á quien rinden sumisión y obediencia dos mundos, y cuyos vastos dominios alumbra el sol en todos los instantes; allí está la Madre del Príncipe más querido, en quien libran su porvenir y esperanzas tantos leales vasallos-. Y vosotros que sabéis apreciar todas las grandes acciones ¿no es verdad que se ha duplicado en vuestros pechos el sincero amor que profesáis á Isabel II desde el momento en que despojándose de su grandeza la veis confundirse entre los miembros de estas Corporaciones? ¿No es verdad que jamás le negaréis el sacrificio de vuestra persona, de vuestros bienes, y aun el de la misma

vida sí así lo reclamasen las circunstancias? ¿No es verdad que todos los días bendecireis su augusto nombre y elevareis al Eterno sinceros y ardientes votos, por la prosperidad de su reinado y por su propia felicidad?

¡Soberano Redentor de las almas! Desde el inaccesible asiento que ocupáis a la diestra de vuestro Padre, dirigid una mirada benigna sobre esta predilecta Ciudad, que habéis poseído desde el principio: cercedla con el vallado de vuestra protección para que no penetre aquella mala bestia del error de que nos habla en el Apocalipsis el ángel de las revelaciones, y conservando sus hijos incólume el depósito de la fe, haced que vivan en vuestro santo amor y en la práctica de vuestros mandamientos, que es el camino del cielo. Antes que por nosotros, os pedimos que como buenos cristianos y buenos españoles por el Santísimo Padre, vuestro vicario en la tierra. Mitigad sus aflicciones y concededle días serenos para que con santo acierto dirija la nave de la Iglesia combatida hoy por tantas olas enemigas. Conservad a nuestra amada reina Doña Isabel II en perfecta salud, en santidad y justicia; haced próspero su reinado, dispensando vuestra especial protección y derramando beneficios sin cuento sobre su querido Esposo y toda la Real familia. Bendecid, Señor, este pueblo, bendecid sus campos, bendecid sus casas, bendecidnos a todos los que nos hallamos bajo las bóvedas de este santuario, y vuestra bendición será la señal de misericordia en la tierra, que nos abrirá las puertas del Cielo.- AMÉN

O.S.C.S.R.E.

1 Archivo Municipal de Motril. Sesión del Cabildo de 29 de julio de 1863: “El Sr. Alcalde-presidente manifestó que había tenido noticias de que el Excmo. Sr. Capitán General de Granada viene a esta Ciudad a presidir las funciones que celebran las Cofradías de la Vera Cruz y Ntra. Sra. de las Angustias con representación de su Majestad la Reina (q.D.g.) (¿) constituida Hermana Mayor de estas Cofradías y es de sentir que el Ayuntamiento debe hacer algunos festejos públicos para hacer más solemnes aquellos actos para lo cual debe la corporación acordad la clase de regocijos que se han de hacer y que se pide autorización al Sr. Gobernador de la Provincia para los gastos que han de ocasionarse y conforme el cuerpo municipal con los (¿) del señor presidente cuando darle comisión para que forme el programa de los festejos y que se cubran de la partida de imprevistos impetrando del Sr. Gobernador autorización para hacerlos y para invertir las sumas que sean necesarias sin perjuicio de reponer el capítulo de imprevistos cuando se forme el presupuesto adicional”. En la celebrada el 2 de septiembre de 1863 se acordó que los gastos derivados de los festejos públicos por tal sermón, correrían a por cuenta del capítulo de imprevistos del presupuesto municipal: “Se dio cuenta de una comunicación del Sr. Gobernador de la Provincia fecha 13 del mes de agosto anterior proviniendo se haga al Excmo. Sr. Capitán General Delegado regio para que en representación de su Majestad la Reina presida los actos religiosos que hayan de celebrarse en esta Ciudad con motivo de haberse declarado Hermana Mayor del Stmo. Cristo de la Expiración y Ntra. Sra. de las Angustias que se veneran en esta población. La recepción y honores que corresponden cuyo efecto se libraran los mas urgentes gastos con cargo al capítulo de imprevistos del presupuesto municipal proponiendo en caso de no ser suficientes los medios que el Ayuntamiento considere oportunos para cubrir cuantos gastos se originen con el fin indicado. En seguida el Sr. Alcalde manifestó que con motivo de las ocupaciones de los preparativos para la recepción y festejos que se habían de hacer a sus Señorías no fue posible celebrar sesión para dar cuenta de las anterior orden y en vista de la autorización concedida había facilitado los fondos necesarios a la comisión que bajo su presidencia entendía de ello compuesta de D. José Vidaurreta y D. Jaime Salo y se había hecho todo lo posible para que en todo hubiese el mayor orden y lucimiento según la posibilidad de fondos públicos, como todos habían visto teniendo la satisfacción que se habían llenado los deseos de todos y de que el Excmo. Sr. Capitán General quedara sumamente complacido del recibimiento y obsequios del Ayuntamiento y que la cuenta del gasto ocasionado se presentaría en la inmediata sesión y enterado el Ayuntamiento acordó aprobar lo hecho por el Sr. Presidente atendidas las particularidades circunstancias de aquellos días y que cuando se presente la cuenta y sea aprobado se acordará su abono”. Quiero agradecer a José Luis Bosch Posadas el haberme proporcionado este testimonio.

2 Este requisito continua en vigor, pues para que una cofradía este constituida en debida forma, y pueda ser objeto de derechos y obligaciones, se precisa la aprobación de sus estatutos por parte del obispo y su posterior remisión al Ministerio de Justicia para su inscripción en la Dirección General de Asuntos Religiosos: http://dgraj.mju.es/EntidadesReligiosas/.

3 FRIAS MARÍN, R.: Las constituciones de la Hermandad del Cristo de la Expiración de la Ciudad de Motril. Transcripción y estudio preliminar. En Motril Cofrade, nº 8 2001, pp. 53-2.

Artículos similares

Dejar un comentario

CONTÁCTANOS

Escribe y pulsa 'Enter' para buscar