El Bermejino: El Nazareno y su simbología
Publicado por José Luque Requerey en El Bermejino nº 11 septiembre de 1980.

Nuestro Padre Jesús Nazareno en la mañana del Viernes Santo por las calles de Doña Mencía
Doña Mencía, como otros pueblos de la provincia, saca a su Nazareno en procesión dos veces al año: una el Viernes Santo por la mañana; otra el 14 de septiembre por la tarde, en la festividad litúrgica de la Exaltación de la Cruz.
A poco que profundicemos nos daremos cuenta que se trata de dos procesiones bien diferentes y no solo por sus formas sino por su mismo contenido y significación. Entre otros matices dejaría aquí constancia de su distinto nivel de participación popular. No cabe duda que el Viernes Santo el pueblo se siente más protagonista que en esta otra de septiembre. Su manera de entender y de expresar lo religioso ha llegado incluso a convertir un día de luto oficial, como es el Viernes Santo, en un día, el más festivo y bullanguero del año. El hecho se presta a una mayor profundización. Baste decir que la procesión de septiembre es de invención más tardía y obedece en todos sitios a criterios más selectivos y culturales, propios de la clase dirigente que, así, se adueña, por decirlo de alguna manera, de la imagen que el pueblo hizo suya en el Viernes Santo1.
Es indudable que los mencianos sin distinción alguna, ven en esta Imagen de Jesús algo suyo, de todos y de toda la vida. Más aun, en ella, se ha trascendido como pueblo, dándole una significación que va más allá de lo que representa iconográficamente. El calor humano y hasta los excesos del Viernes Santo no parecen sino que vienen justificados por esta misma imagen que el pueblo ve sonreír en su mismo sufrimiento y que está vivo y con fuerzas para llevar la cruz.
¿No ha podido Doña Mencía volcar en esta imagen, de Jesús con la cruz a cuestas, la visión que tiene de la vida misma? ¿No tiene entre nosotros «llevar la cruz» algo de inevitable?. «Hija, esa es tu cruz», se oye decir refiriéndose a un marido borracho o a un hijo díscolo. «Ay que cruz» o «tendré que aguantarme con esta cruz». De esta manera el pueblo hace también soportable la desgracia misma, asumiéndola con resignación o con valentía. De aquí que el pueblo, en su misma sabiduría, haya podido llevar a esta imagen de Jesús o descubrir en ella, la fortaleza que necesita para sobrellevar los reveses de la propia existencia.
Sí todas las manifestaciones del espíritu humano llámense religión, filosofía, arte, técnica . han recurrido al símbolo para poder expresarse, ¿Qué de extraño tiene que Doña Mencía lo haya hecho también?. Como todo grupo humano, ¿no ha podido hacer surgir de su espacio psíquico, común e inconsciente, este símbolo cargado de significación para todo el pueblo?. Y si fuera así, ¿qué otra cosa estaría significando su Nazareno, sino el triunfo de la vida sobre la muerte, el del bien sobre el mal, el de la luz sobre las tinieblas?.
La afirmación de la vida, entera, no negada, a la que el andaluz es tan sensible, se ha hecho visible de manera admirable en esta imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno que en todos sitios sufre y sonríe al mismo tiempo, y que lejos de morir termina bendiciendo.
1 Para esta profundización de fenómeno remito a mi reciente libro «Antropología Cultural Andaluza. El Viernes Santo al sur de Córdoba». Ediciones del Monte de Piedad de Córdoba. Marzo de 1980.