El Bermejino: Fray José Cantero

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Publicado por José Jiménez Urbano en El Bermejino nº 292-293 junio-julio 2004.

Firma de fray José Cantero

FRAY JOSÉ CANTERO

Desde que, hace ya muchos años, cayera en mis manos la obra de Fray José Cantero titulada «Compendio histórico del Convento de Ntra. Sra. de Consolación del Orden del Predicadores de la villa de Doña Mencía«, publicada en 1.801, sentía curiosidad por saber algo sobre la vida y hechos de este autor del que sólo conocía que, por aquellas fechas, era religioso lego en el referido Convento, y esto por expresarse así en la portada de dicha obra1. Pero no era tarea fácil, al menos para mí, el dar con alguna pista esclarecedora.

Pasado el tiempo tuve ocasión de leer el libro «Los dominicos en Andalucía«, de Álvaro Huerga2, en donde, por fin, encontré una reseña sobre nuestro fraile, cuando se dice: «La historia de los dominicos en Andalucía ha sido también objeto de estudio para algunos investigadores seglares. Entre ellos se distinguió Hipólito Sancho de Sopranis, a quien se deben las historias de los conventos de Jerez de la Frontera y Cádiz, y monografías sobre personajes insignes, como Cantero y Salucio» y, en nota aparte: «H. Sancho, Un dominico de pro. Vida y obra de Fray José Cantero Palacios OP. Sevilla, Archivo Hispalense, 1950»3.

Ya sólo, pues, restaba encontrar este escrito de H. Sancho, cosa que no me resultó tan sencilla como esperaba, hasta que, recientemente, debido a los modernos medios informáticos y, sobre todo, a los buenos oficios de mi hija Nieves, desde su puesto en la Biblioteca Pública de Andalucía, en Granada, pude conseguir una fotocopia de un original del referido trabajo, que se encuentra en la Biblioteca de Humanidades de la Universidad de Navarra, pero incompleto, ya que fue publicado a lo largo de tres números en la citada revista de Archivo Hispalense, entre los años de 1.949 y 1.950, y faltaba la primera parte. Posteriormente, tras nuevas gestiones, se pudo conseguir de otra Biblioteca más cercana la parte que faltaba, constando la publicación de un total de 68 páginas.

Como creo que es relativamente laborioso el dar con esta biografía, y en ella se contienen datos que pueden interesar a un amplio sector de lectores de El Bermejino, es por lo que me decido a publicar aquí aquéllos que para mí considero más interesantes o curiosos y que, generalmente, se corresponden con los que hacen referencia más o menos directa a Doña Mencía. Todo, pues, lo que a continuación se diga, salvo indicación en contra y exceptuando la notas a pie de página, es un resumen tomado prácticamente a la letra de dicha biografía, por lo que ahorro el entrecomillado.

NOTAS BIOGRÁFICAS DE FRAY JOSÉ CANTERO

Tres son las fuentes históricas principales utilizadas para estas notas, y todas tres de carácter autobiográfico: a) lo que el propio Cantero escribió acerca de sus ascendientes y primeros años en sus Apuntaciones para la genealogía de los Villavicencio; b)la Relación circunstanciada de todos los viajes que ha hecho Fr. Josef Cantero desde que tomó el hábito en 1789 hasta este de 18144; y c) las noticias que dispersas por su biografía del Provincial de la Bética Fr. José Díaz-Delgado, ha ido consignando el propio interesado.

Nació José Cantero y Palacios en Jerez de la Frontera y recibió las aguas bautismales en la capilla de San Juan de Letrán en la misma ciudad, utilizando el privilegio de pila general de que este templo gozaba, en el día 19 de julio de 17795, según él consignó con toda puntualidad en las aludidas Apuntaciones. Pertenecía a una familia modesta, según todas las apariencias, pero quien había de hacer tantas y cuidadosas genealogías ajenas, no se descuidó en hacer la propia, que acredita una procedencia de troncos ilustres, así por la rama paterna como por la materna.

Cuando sólo contaba diecisiete años solicitó ingresar en la Comunidad del Real Convento de Predicadores de su patria, Jerez, y habiendo sido admitido como donado, o lo que tanto vale, como candidato a religioso converso, recibió el hábito bicolor de Santo Domingo, con el escapulario negro de los de su humilde estado el 5 de julio de 1789, de manos del M.R.P. Fr. Dionisio Mexía, religioso eminente por sus virtudes y por su ciencia, a la sazón Prior de aquella Comunidad.

Como exigía su humilde condición de donado, y para probar sus aptitudes, apenas recibido el hábito, el H. Cantero fue designado para uno de los oficios manuales de su convento, encomendándosele la asistencia a la celda prioral, y en este delicado puesto acertó Fr. José a captarse no solo la benevolencia del Maestro Mexía, sino a crearse una reputación que influirá decisivamente en la orientación de su vida religiosa, permitiendo su intensa cuanto numerosa producción literaria.

A los cuatro meses no cumplidos de hallarse con dicho Prior -según lo que él mismo cuenta en su Relación circunstanciada de todos los viajes…-, en el transcurso de una visita que hizo al convento jerezano el provincial de Andalucía, Fr. José Díaz y Delgado, fue solicitado por éste para que le acompañase a Granada, lo que se efectuó en noviembre de 1.790, profesando por hijo del convento de Santa Cruz la Real, arrancando de ahí la afección profunda que el Reverendísimo Díaz le profesó durante toda su vida, siendo para él un verdadero padre, a lo que correspondió Cantero con un cariño filial profundamente respetuoso, teñido de agradecimiento, el cual se transparenta no ya en los servicios que le prestara en vida, que fueron muchos y eminentes, sino todavía más en la vida que escribió de aquel prelado.

Durante un tiempo acompañó Cantero al P. Díaz en sus visitas a la provincia andaluza, hasta que electo provincial el P. Maestro Fr. Miguel de Almoguera, hijo del convento de San Pablo el Real, de Córdoba, el P. Díaz se retiró a Granada con el H. Cantero, saliendo a poco de aquel convento por haber sido elegido aquél, prelado del convento parroquia de Doña Mencía, casa que por las circunstancias exigía un prior de condiciones excepcionales. Dios preparaba los caminos para que el humilde lego se pusiera en condiciones de conocer y desarrollar su verdadera vocación y las cosas ocurrieron fuera de toda humana previsión. El fallecimiento inopinado del prior del convento de Doña Mencía, al tiempo que el P. Díaz se encontraba desempeñando una comisión por aquella zona, determinó su elección como superior y párroco, y el provincial Almoguera, natural de Doña Mencía6 y conocedor de los disturbios ocurridos y previendo los que se avecinaban, rogó a su antecesor aceptase el doble oficio, descargándose así, en parte, de la honda preocupación que le producían los manejos de los clérigos seculares de la villa, que trataban de secularizar aquella florecientísima parroquia dominicana.

FRAY JOSÉ EN EL CONVENTO DE DOÑA MENCÍA

La larga estancia del hermano Cantero en el convento menciano reviste especial interés para su biógrafo, ya que durante ella se hubo de consolidar su vocación de historiador. Bajo la paternal disciplina del P. Díaz, y en una casa que a causa de su menor número de religiosos forzosamente tenía que aflojar en determinados puntos de la severa disciplina monástico-dominicana, ganó no poco en libertad de movimientos, pues a más de ser la persona de confianza del venerable prior, los constantes viajes que hubo de hacer y las numerosas comisiones que a medida que se fue manifestando su habilidad se le confiaron, lo tenían casi siempre extraclaustro. Sus condiciones personales y el estar al servicio inmediato del prelado, le eximieron de los penosos trabajos que llenan el tiempo de los religiosos conversos y pudo así, en sus ratos de ocio, dar rienda suelta a sus aficiones, investigando largamente en los archivos familiares de los principales hidalgos de Doña Mencía, Baena y Cabra, a más del conventual, dejándonos gallardas muestras de su aptitud para el no fácil género genealógico, en las genealogías de diferentes casas que por entonces escribiera, y sobre todo en la preciosa historia del monasterio en que vivía y que el Reverendísimo Padre Díaz mandó dar a la imprenta.

Siguiendo una costumbre bastante generalizada entonces, el mismo Cantero ha ido enumerando con precisión benedictina los viajes que hubo de hacer durante estos años, consignando al mismo tiempo datos sumamente interesantes, tanto para conocer su carácter como para darse cuenta de la vida interior de un convento en aquellos días7.

Persona de la confianza del P. Díaz, su secretario y hasta cierto punto su ayuda de cámara, cosa perfectamente explicable por tratarse de persona de gran respetabilidad y edad avanzada, Cantero fue empleado poco a poco en asuntos de importancia, en los cuales reveló cualidades diplomáticas apreciables. Así, si durante el primer año de residencia y el siguiente apenas sale del convento para otra cosa que para acompañar al P. Díaz en los diferentes viajes que éste hace, ya en 1793 -poco antes de comenzar su noviciado- se le van dando alas y acaso él vuela más de la cuenta cuando se permite libertades que si bien hoy nos extrañan sobremanera, eran entonces cosa corriente y merced a las cuales sabemos un detalle curioso tocante a las aficiones del infatigable investigador, su taurofilia. Será bien dejarle por un momento la palabra: «A principios de octubre fui a Granada con el P. Lector García, que hoy es obispo de Nicaragua, y con el P. Lector Fr. Sebastián Caballero… cuando vine se empeñó don Fernando Reynoso que había de ir con él a la feria de Cañete la Real…» Por entonces se hacían en Granada unas andas de plata para San Pedro Mártir, patrón de Doña Mencía, y con el fin de allegar recursos para subvenir a las considerables expensas que originaban «se sacó licencia real para hacer cuatro corridas de toros en Doña Mencía y fuimos a comprarlos -habla Cantero- don Fernando Reynoso y Corona, natural de Cañete la Real, maestrante de la Real de Ronda; su yerno don Cristóbal Soliz y Abellán, natural de Martos, maestrante del mismo Real Cuerpo, y don Francisco Muñoz Alcaudete, natural de Doña Mencía, que después fue también yerno del primero…» (Cfr. Relación circunstanciada… Fol. 4 r. y v.) Sigue el párrafo, que es largo pero que no carece de sabor: un donado entre mayorazgos de pueblo recorriendo cortijos en busca de toros de lidia es cosa interesante y que pinta de modo definitivo una época. Por lo demás, cuando se lea la serie de obras del Hermano Cantero, preparadas, ya que no definitivamente escritas en estos años, se verán desfilar por ellas los progenitores de todos sus compañeros de andanzas, explicándose así el conocimiento de la historia genealógica de este rincón cordobés que sus escritos testimonian.

Aún después de profeso no perdió Fr. José su afición a las ferias y corridas de toros, pues en junio del 97 escribe: «fui a los toros de Montilla con Fr. Manuel Roldán y Valeriano Contreras», y al comenzar el año siguiente, so pretexto de comprar un terno de brocado de oro y unos encajes para la sacristía conventual, halló modo de encontrarse en Sevilla y ver en esta ciudad la entrada de los Reyes en ella.

Mas se equivocaría de parte a parte quien creyera que Cantero se aprovechó de la libertad que sus superiores le daban para vegetar en la holganza a la sombra de tantas comisiones. Si procuraba divertirse, quizá más de la cuenta, no por ello dejaba de servir los intereses del convento con todas sus potencias y actividades, pasando hartos malos ratos y no pequeñas fatigas. A cada paso se le encuentra por esos caminos y ¡qué caminos los de la Andalucía de la décimo-octava centuria! bien para llevar papeles de importancia a prelados o frailes de cuenta, bien para traer alhajas encargadas por el P. Díaz, incansable en eso de enriquecer la sacristía conventual, bien para comprar en Málaga el bacalao necesario para el aprovisionamiento de una Comunidad cuya comida habitual era de vigilia, o bien para vender el trigo o el ganado del convento en las ferias comarcales de Córdoba, Cabra o Montilla. Testimonio de sus viajes lo dan las leguas recorridas por Cantero en cada uno de ellos, que anotó cuidadosamente y que suman la cifra más que respetable de 2.187 leguas de camino, muchas de ellas hechas en época de tempestades, como las del año 1799, del que dice el propio Cantero «pasé muy malos ratos por causa de los ríos y muchas aguas en el invierno y calores en el verano», siendo frecuente llegar, después de caminar un buen número de ellas, como llegó a Antequera desde Cabra, el buen lego a fines del indicado año calado hasta el pellejo, según bastante después recordaba con cierta amargura.

Indudablemente, salud de hierro hubo de tener para hacer frente a tantas molestias y trabajos, pero no bastó, y agobiado bajo el peso de sus ocupaciones contrajo una grave afección a la vista, en la que faltó poco para perderla, riesgo que, escarmentándolo, le hizo ser más cauto en adelante.

La reelección del P. Díaz para la prelacía de la Provincia andaluza sacó a su compañero del convento menciano donde había pasado la mayor parte de su vida religiosa, pues llevóle consigo aquél, y a su lado, como socio, hubo de permanecer hasta la muerte. Aquellos once años, sólo interrumpidos por el de noviciado, que hubo de pasar en Écija -1794 a 95-, dejáronle muy gratos recuerdos.

EL PLEITO DE LA PARROQUIA DE DOÑA MENCÍA Y LA REVELACIÓN DEL TALENTO HISTÓRICO DE FR. JOSÉ CANTERO

Se ocupa Hipólito Sancho en este apartado del pleito mantenido durante largos años entre la Comunidad Dominicana de Doña Mencía y el clero secular de la villa, basándose principalmente en el «Compendio Histórico del Convento…» escrito por Cantero, ya conocido de nuestros lectores. Con motivo del recrudecimiento de dicho pleito, removido en 1796 por el clérigo menciano don Juan Pedro Muñoz, saldrían a relucir las condiciones investigadoras de Fr. José Cantero. Así dice H. Sancho:

Cuestión delicadísima la que se presentaba con este pleito, canónica tanto como histórica, y en la cual poco representaría la labor del jurista si no iba acompañada por la del investigador, pero que sirvió para que las raras dotes de Fr. José Cantero se revelasen, siendo, como suele decirse, los pies y manos, tanto del habilísimo P. Díaz, como de sus letrados, pues con justicia no menos que a ellos se ha de atribuir al lego jerezano el éxito final que coronó tantas fatigas. Su labor fue doble, pues si por una parte preparaba el material histórico investigando en el archivo conventual, según ha confesado él mismo, por otra anduvo continuamente, por espacio de cuatro años, en viajes de Doña Mencía a Córdoba, Granada y Madrid, unas veces acompañando al P. Díaz y otras -las más- solo, encargado de entrevistarse con abogados, obispos y otras personas de cuantía y de realizar cerca de ellos delicadas gestiones. Algunos pasajes de sus interesantes viajes mostrarán su actividad en este negocio. «Volví a Baena -dice refiriéndose al 3 de julio de 1798- a informarme de don Francisco Balbuena de una providencia que había bajado de la Cámara de Castilla despojándonos de la parroquia de Doña Mencía… traje dicha noticia y deseándola el Padre más circunstanciada, me mandó a Córdoba para que la supiese de boca del Sr. Obispo… traje la dicha respuesta, y de resultas quiso el P. Ex-Provincial ir y… pasé a Córdoba con el P. Maestro Ex-Provincial, y de resultas me mandó otra vez a Doña Mencía para que tomase las bulas del archivo del convento y me fuera a Granada a consultar con abogados para dar su primer pedimento… me fui a Granada en compañía de Antonio de Cueto, donde me detuve seis días. Me hizo un buen pedimento don José Sánchez del Águila, abogado de Santa Cruz… con la idea e instrucción que le dio el señor don Francisco Domenech y Nadal, oidor de aquella chancillería… volví a Doña Mencía… presentóse el pedimento… en el mes de octubre volví a Córdoba a llevar las bulas originales y unas copias autorizadas, para después de compulsadas dejar las copias y traerme los originales, como lo hice… en el mes de diciembre volví… a activar las diligencias de este pleito…» (Relación circunstanciada. 8 r. y v.) Esto en el año 1798 que fue el período más comprometido y difícil del enojoso pleito.

El año siguiente fue menos fecundo en incidentes, pero no por ello el buen Fr. José hubo de sufrir menos, abundando las molestias a cuenta del pleito, ya que como escribe: «en prosecución del pleito de la parroquia pasé muy malos ratos por causa de los ríos y muchas aguas en el invierno y calores en el verano». Es entonces cuando hubo de darse un baño desagradable y cuyos resultados, pudiendo ser trágicos, quedaron en cómicos, el recuerdo del cual aún no se había borrado de la memoria de Cantero cuando bastantes años después compilaba sus memorias: «El día de San Bartolomé, por la tarde, salimos para Doña Mencía, y al paso del río de Guadajoz por el vado de Santa Cruz se cayó al agua el Prior de Lucena en el río y fue menester que Fr. Luis y yo nos echáramos al agua para sacarlo y después tuvo que mudarse toda la ropa junto al río; mas yo no llevaba con qué y pasé un gran frío de madrugada.» (Relación circunstanciada. Fol. 8 v.)

Durante el año 1800 sobrevino una de esas calmas que suelen ser precursoras de las grandes tempestades en el curso del pleito, que se desenvolvía con esa lentitud característica de nuestros covachuelistas de antaño. Fr. José no menciona más que un viaje a Córdoba por la Cuaresma, «a saber del Sr. Obispo cuándo estarían los autos y su informe en estado de dirigirlos a Madrid y habiéndome dicho que para Pascua de Resurrección, me volví», mas parece cosa segura que relacionado con el mismo asunto debió estar el largo viaje que en compañía del P. Díaz hubo de hacer a Madrid, donde ambos permanecieron una quincena prolongada (Relación circunstanciada. Fol. 8 v. y 9 r.)

Sobremanera desagradable fue el año siguiente de 1801, al principio del cual se recibieron en Doña Mencía las peores noticias que era dado esperar, pues los contrarios se ufanaban de haber logrado la más completa victoria. El P. Díaz, deseando saber con entera certeza la verdad de lo que pasaba, envió a Córdoba a su fiel Fr. José: «para saber del Sr. Obispo en qué forma era el decreto que había bajado de la Cámara de Castilla comunicado a S.I. por el secretario de ella, Marqués de Murillo, en que se aseguraba se había perdido el pleito de la parroquia, y, en efecto, hablé con S.I. y me cercioré que era así y regresé a Doña Mencía». Hubieron de emprender el P. Díaz y su asistente un nuevo viaje a Madrid y allí maniobró tan diestramente el Prior de Doña Mencía que, desenredadas todas las marañas de los contrarios y hecha luz en todos los puntos oscuros del litigio, el 22 de junio se volvían prelado y lego a su convento, plenamente satisfechos y victoriosos en toda la línea, entrando en la parroquia el 27 de mismo mes y recibiéndolos la población como triunfadores, ya que, como consigna Cantero: «entramos en Doña Mencía en medio de las aclamaciones de todo el pueblo» (Relación circunstanciada. fol. 9 v. y 10 r.). Aún quedó rabo por desollar, pues se impuso un nuevo viaje a Córdoba para recoger la cédula de Carlos IV de 24 de agosto del año mencionado, que finalizaba el litigio y estaba en poder del prelado diocesano don Agustín de Ayestarán.

El P. Díaz no quiso que se perdiese la labor realizada por Cantero en el archivo conventual con motivo del pleito, y por su orden y gracias a su munificencia las prensas cordobesas dieron a la luz en este mismo año de 1801 en que se terminó el litigio y en casa de Rodríguez de la Torre el precioso compendio, modelo del género, de la historia del convento dominicano de Doña Mencía, única producción publicada a nombre del eruditísimo lego que la escribió y que ella sola le acreditaría de escritor sesudo e investigador de mérito que sabe llegar al fondo de las cuestiones, si su restante abundantísima producción hubiese desaparecido antes de ser estudiada seriamente.

FIN DE LA ESTANCIA EN DOÑA MENCÍA DE FRAY CANTERO

Atravesando la Provincia dominicana de Andalucía una crisis interna bastante aguda, era necesario elegir un Prelado de mérito no común y universalmente respetado, que con su prestigio se impusiese así a los de dentro como a los de afuera, y comprendiéndolo así los capitulares reunidos el 8 de mayo de 1802, en San Pablo el Real, de Sevilla, dieron sus votos al P. Díaz.

No se separó del nuevo Provincial su fiel socio Cantero, y como la persona de su íntima confianza hubo de acompañarle en los continuados viajes a que la visita de una tan poblada Provincia como era la andaluza obligaban. Durante cerca de siete años compartió Cantero con el P. Díaz no pocas vicisitudes, sufriendo no poco viendo los contratiempos de su protector, pero siguió a su lado, y a las delicadas funciones que antes desempeñó vio agregarse otras, acompañando al P. Díaz al ser convocado éste a las Cortes de Bayona, corriendo en Valladolid ambos gravísimo riesgo de ser asesinados por el populacho, que acababa de quitar la vida al mariscal de Campo don Miguel de Ceballos. Esto ocurría el 10 de julio de 1808, y dos días más tarde tenían que huir precipitadamente de las tropas francesas que, vencedoras de Cuesta en Cabezón de la Sal, venían sobre Valladolid, llegando a Granada, después de una penosa marcha, el 19 de agosto del mismo año y permaneciendo allí hasta la muerte del P. Díaz, ocurrida el 24 de abril de 1809.

ÚLTIMOS AÑOS DEL HERMANO CANTERO

Hijo del Convento de Santa Cruz la Real, de Granada, por el cual profesara, el H. Cantero debía permanecer allí, una vez muerto el prelado a cuyo servicio estaba, pero las circunstancias por las cuales se atravesaba le obligaron a huir, refugiándose en Galicia, en uno de cuyos conventos, el de Santo Domingo, de Pontevedra, se hallaba el 6 de marzo de 1812 compilando sus memorias. La pérdida de los últimos folios de los Viajes de Cantero, que quedan interrumpidos en el año 1807, nos ha privado de muchas y seguramente curiosísimas noticias atañaderas a sus andanzas de fugitivos de las tropas invasoras, dejando un claro muy sensible en el conocimiento de la vida del eruditísimo y diligente lego.

La situación de Fr. Cantero al fallecimiento del Reverendísimo Díaz, su protector, se hacía difícil; religioso converso había vivido hasta ahora en una esfera muy distinta de aquella en que se suelen desenvolver las actividades de los de su condición, y la situación privilegiada y de confianza excepcional que disfrutara al lado del difunto Vicario general, era casi una segura probabilidad de ser maltratado después, pues en todas partes del caído se hace leña, pero no ocurrió así esta vez y Fr. José encontró un nuevo protector en la persona del provincial de Andalucía, Fr. Pablo Vidal, quien conocedor de los buenos servicios que aquél había prestado al P. Díaz y de sus buenas prendas, lo tomó como amanuense, y por cuya influencia pasó, en 1815, a pertenecer como conventual a Santo Domingo el Real de Jerez, su patria.

En sus últimos años hubo de gozar de relativo vagar y acaso los Prelados le permitieron dedicarse de lleno a sus investigaciones, encomendándole algún oficio que le eximiera de los penosos trabajos de los hermanos conversos, pues así lo hace presumir el hecho indudable de haberle franqueado por completo los ricos fondos del archivo conventual, cosa que entonces a muy raros y eminentes religiosos se concedía.

Que no desaprovechó estas facilidades y estos años tranquilos el H. Cantero lo demuestra suficientemente su copiosa producción8. No sabemos con certeza nada de sus últimos días, pues pasado el año 1826, en que fecha uno de sus trabajos, se pierde su pista, y nada sabemos de positivo acerca del lugar, fecha y demás circunstancias del fallecimiento del eruditísimo Fr. José Cantero, achaque que por lo demás es muy frecuente en las biografías de los que dedicaron su actividad a hacer las de otros.

Son muchas más cosas las que Hipólito Sancho dice del H. Cantero en su biografía, imposible de trasladarlas aquí, destacando quizá cuando lo trata de «historiador eminente, dotado de cualidades nada comunes para la investigación y la síntesis, hombre de potente voluntad y de un tan intenso amor al estudio, que en condiciones tan desfavorables como son las que se pudieron apreciar en el esbozo biográfico que antecede, se autoeducó adquiriendo una educación grande a fuerza de trabajo y una orientación segurísima, que pocos de sus contemporáneos alcanzaron.

De la relación de Fr. José Cantero con el P. Díaz, sobresale el agradecimiento de aquél hacia su protector, que se sintetiza en la admiración y cariño que le demuestra cuando habla de él en sus Comentarios, título que da a la preciosa biografía que le consagrara. Y esto se pone de evidencia en los abundantísimos hechos fáciles de recoger en la historia del Reverendísimo Díaz. Así, en la gravísima enfermedad que éste padeció en 1801 y dejó arruinada su hasta entonces robusta naturaleza, portóse Cantero como era dado de esperar, según acreditan estas líneas que tomamos de sus Viajes: «Cuando llegué me hallé al P. Maestro Ex-Provincial indispuesto y al otro día se quedó postrado en cama y siguió una terrible enfermedad, en la cual tuvo varias juntas de médicos y siempre convenían en que era sin remedio su muerte; 27 días con sus noches estuve sin desnudarme y sin dormir ni por día ni por siesta, por el cuidado de su asistencia, y a fin de agosto comenzó a mejorarse, en términos que el día 17 de septiembre salimos en un coche con dirección a Sevilla, donde se celebraba capítulo provincial el 26 de dicho mes, mas no pudimos pasar de Lucena, porque tuvo una recaída en que se puso mucho más malo que lo estuvo anteriormente… yo me quedé asistiéndole en dicha segunda enfermedad, en que estuvo a las puertas de la muerte, como aseguraron los facultativos, en cuya ocasión pasé malísimos ratos», y añade satisfecho del servicio prestado, sin haber dado importancia a todo lo dicho antes: «lo primero que apeteció fue unas anguilas, por las que fui yo en un momento a Doña Mencía y las traje vivas en un cántaro». Pero no fueron solamente de esta clase los servicios prestados por el H. Cantero al P. Díaz, pues en su haber de méritos los tiene infinitamente mayores, como fueron, según ya se ha indicado en otra parte, las fatigas que hubo de pasar el fiel lego en Doña Mencía, con motivo del pleito de la parroquia, fatigas que se originaron todas de ser él la persona de confianza de su protector el prelado de aquel convento.

Pero no sólo fueron fatigas las pasadas en el convento menciano. El carácter desenfadado del H. Cantero también le proporcionaba buenos ratos. Y este desenfado es acaso quien comunica gran parte del interés a ciertos de sus escritos. Sin él no se comprendería la primera parte de la vida religiosa de Cantero, aquellos años tan felices pasados en el conventito de Doña Mencía, alternando los menesteres de su oficio de procurador conventual con la asistencia harto frecuente a los toros de Montilla, a las ferias de la Salud y de Montilla, a las romerías de la Virgen de la Sierra en Cabra, a cortijos y casas de mayorazgos tan rumbosos como en ocasiones libres que a cada paso consigna en sus Viajes. Es cierto que una buena parte de estas asistencias eran obligadas, pues había que vigilar la venta de ganados del convento, comprar toros para las fiestas organizadas por éste, cumplir con determinados bienhechores… pero no fuera hombre de carácter desenfadado y un tanto divertido y hubiera reducido a la mínima expresión lo que por aparecer con tanta frecuencia en sus Memorias y Viajes, juzgaríamos, si no buscado, por lo menos raras veces huido. Es curioso, por ser ello indicio de un carácter de la índole indicada, notar que Cantero hace rara vez alusión a los disgustos que indudablemente hubo de tener en su agitada vida.

LA OBRA LITERARIA DE FRAY JOSÉ CANTERO

De toda la extensa obra literaria de Fray José Cantero que recoge Hipólito Sancho, de la cual dice éste ser casi totalmente desconocida y permanecer en su mayor parte inédita, haremos mención aquí solamente de aquella que de alguna manera se relaciona con Doña Mencía:

* Compendio Histórico del Convento de Nuestra Señora de la Consolación de la villa de Doña Mencía…

* Genealogía de la casa de los Roldán de Doña Mencía. 1788. (Manuscrito en papel de 25 folios dobles escritos. El estado de conservación es excelente, encontrándose en 1921 en el archivo del Real Convento de Santo Domingo, de Jerez de la Frontera.)

* Genealogía de la casa de Aranda. 1798.

Capítulos en que se hace mención a Doña Mencía:

-Cap. 6º- Que trata de los caballeros del apellido Castroverde de la villa de Doña Mencía.

-Cap. 18º- Sucesión de doña María Valera Roldán en los caballeros del apellido Galiano, de las villas de Doña Mencía y Cabra.

-Cap. 19º- Sucesión de don Miguel Galiano en los marqueses de la Paniega.

* Biografía del Reverendísimo P. Fr. José Díaz Delgado, O.P. 1812.

(Que fue dos veces Provincial de Andalucía, y prior, rector y vicario del convento-parroquia de Nuestra Señora de Consolación de la villa de Doña Mencía…)

Manuscrito autógrafo de Cantero que procedía del archivo de Santa Cruz la Real, de Granada, y paró hasta 1936 en el de la provincia dominicana de Andalucía en Almagro.

* Genealogía de los caballeros Solís, vecinos de Alcaudete y Doña Mencía. (Obra de la que únicamente se conservan los dos primeros folios, por haber sufrido extravío en el éxodo que sufrió en 1836 el archivo de Santo Domingo el Real, de Jerez).

* Genealogía de los Condes de San Rafael. (Obra perdida, que menciona Cantero en sus Apuntaciones, al hablar del apellido Curiel en los términos siguientes: «Lo demás perteneciente a este apellido búsquese en la casa de Reynoso de Ronda y Doña Mencía y en el árbol de costados que tengo escrito de los Condes de San Rafael».

Y para terminar, quiero llamar la atención de que resulta extraño que no mencione H. Sancho en este apartado la obra de Cantero, tantas veces citada por él a lo largo de su biografía, Relación circunstanciada de todos los viajes que ha hecho Fr. José Cantero desde que tomó el hábito en 1789 hasta este de 1814, de la que ya apunté lo interesante que puede ser su consulta para adquirir noticias de la Doña Mencía de aquellos años.

1 Ahorro aquí cualquier comentario sobre el «Compendio…» ya que fue publicado por «El Bermejino», números 156 a 168.

2 A. Huerga: Los Dominicos en Andalucía, Imp. Taravilla, Madrid 1.992.

3 Op. cit., pág. 20.

4 Sería interesante dar con esta obra, que posiblemente se halle en el archivo del convento de dominicos de Jerez, pues que en ella debe encontrarse información tal vez importante sobre el convento de Doña Mencía.

5 Esta fecha de 1779 parece errónea, pues más adelante se dice que cuando tomó el hábito, en 1789, contaba diecisiete años de edad. La fecha correcta sería 1772, a no ser que fuera bautizado con siete años, cosa anormal en aquella época.

6 Miguel Ruiz-Almoguera Cantero, nació en Doña Mencía el 3 de enero de 1738, hijo de Jerónimo y María Magdalena (Archivo Parroquial, libro de Bautismos nº 13 f. 119 v.) Según el padrón parroquial de 1748 vivían en la calle de la Audiencia, la actual Juan Valera. En la primera página del libro 9 de Desposorios, de la Parroquia de Doña Mencía, se dice entre otras cosas: «Se comenzó a escribir este libro nono de Desposorios y Velaciones en 3 de marzo de 1794 años… siendo General de la Orden N. Rmo. P. Mº F. Baltasar de Quiñones y Provincial de esta Provincia Ntro. M.R.P.M. F. Miguel de Almoguera, natural de esta Villa, y Prior de este Convento Parroquia N.M.R.P. Mtro. Ex-Provincial F. Josef Díaz, Hijo del Real Convento de Sta. Cruz de Granada.»

7 El autor se refiere, sin duda, a la «Relación circunstanciada de viajes…», ya citada.

8 H. Sancho, al final de su biografía, da cumplida nota de toda la producción investigadora del H. Cantero, a la que aquí solo haremos mención en cuanto ataña a Doña Mencía.

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