Valera político (y aspectos socio-económicos y familiares)

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Publicado por Alfonso Sánchez Romero en Valera Político y Literato, Córdoba 2006 pp-52-65.

Don José Valera Viaña, padre de don Juan Valera

Valera político (y aspectos socio-económicos y familiares)

Durante gran parte del siglo XIX, tanto en España, como en toda Europa, la lucha, fue constante, entre las dos tendencias políticas opuestas: la que defendía la tradición y la que quería implantar las ideas nuevas inspiradas en los principios de la Revolución francesa, y aspiraba a convertir la monarquía absoluta en constitucional.

El reinado de Fernando VII duró diecinueve años, y a lo largo de los diez últimos de su vida, la infancia y juventud de Valera discurrió al margen de los acontecimientos que se estaban sucediendo en el país. La segunda etapa absolutista (1823-1833), que fue mucho más violenta que la de 1814, pues en ella se anularon todos los progresos que se habían conseguido durante el trienio constitucional (1820-1823) -convocatoria de Cortes, aparición de liberales, aceptación de la Constitución…-, y persiguió con saña a los liberales. Muchos fueron ahorcados como Riego, y otros pudieron salvar sus vidas gracias a la ayuda del duque de Angulema, como los diputados liberales a los que facilitó la fuga de Cádiz –Antonio Alcalá-Galiano entre otros-.

Pero fue el problema sucesorio el que mas iba ha marcar y configurar la España en la que Valera se iba a desenvolver. Fernando VII, para que su hija Isabel pudiera reinar publicó la Pragmática sanción, aboliendo la ley sálica, que excluía del trono a las mujeres. Esto planteó el problema de la sucesión, pues su hermano, don Carlos, aspiraba a sucederle, y, apoyado por los realistas exaltados, constituyó el partido carlista, que al morir Fernando disputó el trono a doña Isabel. Y a todo ello, había que añadir, la pérdida, durante su reinado, de las colonias de la América continental.

En la menoría de Isabel II, fue Regente su madre, María Cristina. El país se dividió en dos bandos: los cristianos, liberales, partidarios de la reina; y los carlistas, o realistas, partidarios de don Carlos, hermano de Fernando VII. Los primeros, a su vez, se dividieron en moderados, partidarios del dominio de la Corona sobre las Cámaras, y progresistas, que reclamaban la Constitución de 1812, que daba a las Cortes superioridad sobre el Gobierno. La lucha entre estos dos partidos ocasionó frecuentes cambios de gobierno, mientras en el norte ardía la guerra civil carlista.

ºEn 1844, Valera obtiene el título de bachiller en jurisprudencia y dos años más tarde el de licenciado en Leyes por la Universidad de Granada. Corrían los años de la caída de la Regencia de Espartero, la proclamación de la mayoría de edad de Isabel II y, la implantación de la Constitución de 1.845.

Ya, unos años antes, hace sus primeros “pinitos” literarios, y pese a que la publicación de su primer libro de versos fue un decepcionante fracaso, será en este campo, como escritor, donde se consagre, en menoscabo de sus empresas política o diplomática.

Con el título en la mano y con veintidós años de edad marcha a Madrid donde tratará de abrirse camino en el mundo de la política y la diplomacia, cuando todavía es un perfecto desconocido, pese a que ya él conocía a la capital del reino como estudiante, no obstante, su deseo de aprender y de ganar dinero, ayudado por los buenos mentores que su familia le había facilitado –la Condesa de Montijo, el general Serrano, el Duque de Rivas…-, acude a las reuniones de la alta sociedad madrileña, aunque sin asegurarse el porvenir o resolverse el problema económico.

Durante la década moderada (1844-1854), caracterizada por los frecuentes cambios de ministerios. En el Gobierno de Istúriz, el Duque de Rivas logra que Valera le acompañe, en 1847, como agregado sin sueldo a la misión diplomática en Nápoles. Pasando así, a formar parte de la carrera diplomática, aunque subvencionado por su padre, con el fin de aprender y con la ilusión de alcanzar algún día un cargo rentable.

En 1849 regresa a Madrid, cansado de la embajada de Nápoles. Su padre, desde Doña Mencía donde reside, continúa enviándole dinero para su manutención, y pese a que se siente depresivo, reanuda su asistencias a las reuniones de “la gente bien”, así como de nuevo a relacionarse con personalidades de la política y la literatura. Pero, la grata noticia le llega cuando se le nombra, en Mayo de 1850, agregado de número a la Legación española en Lisboa, ya con remuneración, lo que suponía una relativa independencia económica de su familia. No obstante, y para compensar este insuficiente sueldo, intenta casarse con una hidalga portuguesa, poco atractiva pero con cierta fortuna.

Estando en Lisboa, recibe la noticia de que había sido derrotado en las elecciones del 31 de Agosto al Congreso de los Diputados por un distrito de Málaga, lo que le obliga a continuar en Portugal. Pero, Valera, no se resigna en su destino, y antes de cumplir el año solicita la Secretaría de la Legación de España en Brasil. Además de conseguirlo, asciende de cargo así como mejora de salario. Pese a ello, Valera, no se siente a gusto fuera de Madrid y de su tierra, y apenas permanece en Río de Janeiro algo más de año y medio, solicita regresar a España apoyado por su jefe en la embajada, don José Delavat, que años más tarde se convertiría en su suegro.

Contra la política de la década moderada, se sublevó el general O`Donell en Madrid. En Vicálvaro dio un manifiesto al país, redactado por el joven político Canovas del Castillo, ganándose a los progresistas a su movimiento. El progresista Espartero se une a O`Donell haciéndose con el poder durante dos años e instauran el Gobierno de la Unión Liberal o bienio progresista. Convocan Cortes Constituyentes, y Valera, aunque protegido por Serrano, no consigue de nuevo acta de diputado.

A este respecto, Valera escribe, desde Doña Mencía, a su amigo Estébanez Calderón, carta fechada el 6 de Octubre de 1854, en la que entre otros asuntos le dice: “… La única gente que conozco es la de Cabra y Doña Mencía, donde tengo amigos y parientes: pero Belda ha dado aquí mucho turrón y tiene en esto imperio. Yo sólo he podido conseguir que me voten: en Doña Mencía todos, esto es, 268, y en Cabra algunos…”

A la espera de que le nombraran agregado a la embajada de Berna, con el mismo sueldo de Brasil, sin embargo recibe la orden de presentarse en Dresde, con las mismas condiciones que en el anterior destino. Toma posesión el 21 de Enero de 1855, y aunque tiene una primera buena impresión de la ciudad, no deja de quejarse al no encontrar una explicación coherente acerca de la existencia de una Legación española en esta parte de Europa. Y como si lo hubiese adivinado, en Noviembre del mismo año regresa a Madrid tras haberse suprimido la referida Legación.

El año de 1854 es clave, como de arranque, en su actividad como crítico literario, donde su producción va a ser la más fecunda y la que le dio mayor prestigio. Colabora con la revista de carácter liberal “Revista Española de Ambos Mundos”. Dos años más tarde funda en Lisboa la “Revista Peninsular”; en el 59 el periódico humorístico “La Malva”, y en el 60 “El Contemporáneo” como portavoz del ala izquierda del partido moderado. Y en ese mismo año, como estamos viendo, el más fructífero, “El Cócora” al igual que “La Malva” de carácter humorístico, y como ejemplo de un magnífico cuento, “El pájaro verde”.

La muerte de su padre, en Madrid, en 1859, va a ser decisiva al complicársele su vida familiar, y como consecuencia tener que ocuparse, en adelante, de los asuntos económicos de sus propiedades mencianas. Con frecuencia vamos a saber, a través de sus cartas, sus preocupaciones sobre la labranza de las tierras, las cosechas de uva y producción del vino, su venta o exportación, la mala administración de su madre… Al Morenito le escribe desde Madrid el 3 de Julio de 1860: “Es necesario acreditarse y esto dependerá de la buena calidad y baratura del primer cargamento de nuestros vinos que vaya a Londres directamente con el título de vino de Doña Mencía, que es muy bonito título.” O también en esta otra, destinada al mismo don Francisco Moreno, conocido por Moreno o Morenito, el 3 de Septiembre de 1861: “Entre el método de mi madre, que gasta sin orden y poco lucimiento…”

Por otra parte, como funcionario, va a ir viendo mejorar su situación económica y su estatus social, pues a la vuelta de Dresde y ya en Madrid es ascendido a oficial sexto de la primera secretaría del Ministerio de Estado. Y a lo largo de todo el año 56 va a escalar sucesivos cargos en el referido Ministerio. Como broche de oro, y en el mismo año, es nombrado comendador de número de la Real Orden Americana de Isabel la Católica y de la Orden de Leopoldo de Bélgica.

Pero Valera, tampoco se siente a gusto en Madrid. Dice que se encuentra triste y desilusionado, se queja incluso de su salud y es posible que pida licencia, aunque ésta no la llevó nunca a cabo, pues a finales de 1856 marchó a Rusia como secretario de la misión extraordinaria destinada a San Petersburgo.

Un año antes de la muerte de su padre, marcha a París para asistir a la boda de su hermana Sofía que se casa con el mariscal francés, el Duque de Malakoff. Estando allí consigue por primera vez salir de diputado por Archidona, coincidiendo con la vuelta de O’Donell al poder, el cual formó un gobierno de Unión Liberal que duró cinco años (1858-1863).

El 2 de Mayo de 1861 ingresa, como miembro de número, en la Real Academia de la Lengua Española. Al parecer, y según el propio Valera reconoce, fue un acto debido a su tío Antonio Alcalá-Galiano. Y al año siguiente fue nombrado secretario del Congreso. Desde Doña Mencía y en carta remitida, el 28 de Octubre de 1863, a su hermano don José Freuller, le dice: “Ayer llegué aquí después de haber recorrido todo el distrito, donde he tenido un triunfo estrepitoso…”

Desde la caída del gobierno de Unión Liberal hasta la revolución de 1868 y el destronamiento de Isabel II, se sucedieron varios ministerios que tuvieron que hacer frente a frecuentes motines y conspiraciones, como el motín estudiantil de la noche de San Daniel (10 de Abril de 1865), el intento de pronunciamiento de Prim (Enero de 1866), la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil (22 de Junio de 1866)… Los moderados fueron evolucionando hacia el absolutismo, y Narváez, de nuevo jefe del gobierno durante los dos últimos años de su vida (Julio 1866-Abril 1868), desarrolló una política de violenta reacción.

En las elecciones a diputados a Cortes del 64, Valera es derrotado por el distrito de Archidona, en cambio, sale por Priego. Y en Octubre de este mismo año, Narváez le nombra director general de Agricultura, Industria y Comercio. De nuevo se nota la mano de su tío Antonio, que a la sazón era ministro de Fomento.

De nuevo, Valera, vuelve a la carrera diplomática. Su primo, el marqués de Casa Valencia, ministro de Estado, le consigue el nombramiento de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Frankfurt. En este caso, Valera se expresa a gusto por el nombramiento, mostrándose con una actitud patriótica al decir que incluso “…en cualquier otro puesto de menos valor y provecho para mí con tal de que sea de alguna utilidad para mi Reina y para mi Patria.” No obstante, a pesar de su disposición favorable, en Agosto de 1865 decía a su amigo Moreno, de Doña Mencía: “El turrón que me han dado, ni remota ni indirectamente lo he pedido. Es más, no lo hubiera aceptado si esa puñetería del Alamillo produjese algo, o si pudiese yo ganar algo escribiendo y trabajando, aunque fuese ocho horas al día, sin levantar cabeza; pero todavía no es muy tarde, y, si Dios me da salud, ya buscaré yo medio de no tener que aceptar empleo alguno…” Con estas palabras parecía anunciar su pronta dimisión en el cargo, que tuvo lugar el 23 de Julio de 1.866.

1867, el año de su matrimonio con Dolores Delavat, será muy importante para su producción literaria, pues no muy sobrado de dinero, agobiado por las deudas y la enfermedad de su madre, Valera se ve avocado a intensificar su actividad escritora, abriendo una nueva etapa al colaborar desde el primer número con la “Revista de España” donde publicará sus mejores trabajos sobre crítica e historia. Saca a la luz, en 1874, su “Pepita Jiménez”, y entre el 74 y 75 “Las ilusiones del doctor Faustino”. Unos años antes, concretamente en 1872, muere su madre, y la pobre herencia, que recibe en Doña Mencía, en nada viene a resolver su situación económica, aunque sí la sentimental y nostálgica. A lo largo de toda esta década, sigue escribiendo y publicando, como “El Comendador Mendoza”, en la revista “El Campo” entre 1876-77, entre otras publicaciones.

Los generales que acaudillaron la revolución de 1868 contra Isabel II, en cuanto ésta salió de España, constituyeron un Gobierno provisional, presidido por el general Serrano, duque de la Torre. Valera, gracias a la buena amistad que le unía con el general, fue nombrado, el 11 de Octubre de 1868, subsecretario del Ministerio de Estado y Grefier del Toisón de Oro. No obstante, y pese a este nombramiento –uno de los más altos cargos que ocupó en su carrera política- no supo o no pudo aprovechar la ocasión para sus pretensiones políticas, así como para mejorar su situación económica y familiar. En carta remitida a don Francisco Moreno, desde Madrid, el 25 de diciembre de 1868, se lamenta de la traición política de un familiar: “Los Alcalá-Zamora siguen tachándome de beldista y de reaccionario, y, lo que es más odioso, creo que mi primo Frasquito Ulloa está con ellos. Mucho tengo que agradecer a Doña Mencía y muchos desengaños tengo que lamentar de Cabra y sobre todo de mis parientes…”

Después de presentar su dimisión como subsecretario del Ministerio de Estado, en 1870 sale diputado en las Cortes constituyentes por la circunscripción de Montilla.

Las Cortes formadas tras la caída de Isabel II, se decidieron a favor de la monarquía, y dieron la Regencia, mientras se elegía rey, al general Serrano, el cual encargó a Prim formar gobierno. Esto disgustó a los republicanos, que en diversas ciudades de Cataluña, Aragón y Valencia se sublevaron a favor del régimen republicano, al mismo tiempo que los carlistas se reorganizaban de nuevo. Pero lo que más preocupaba a Prim, tenaz enemigo del régimen republicano y de los Borbones, era buscar la persona que ocupase el trono español. Las Cortes eligen, en Noviembre de 1870, a don Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel, rey de Italia. Valera formó parte de la Comisión que fue a Italia a ofrecerle solemnemente la corona, lo que no excluye que dos años más tarde reconociera que fue de los primeros en afirmar que el rey era idiota.

En 20 de Abril de 1871, Valera jura su cargo de diputado, aunque en esta ocasión por el distrito de San Cristóbal de la Laguna (Canarias). Previamente a este acontecimiento y con motivo de una visita electoral a esta ciudad, escribe a su hermana Sofía, el 2 de Abril, haciendo alarde de su fina ironía: “Ayer tarde presenté mi acta en el Congreso, pues he salido de diputado por la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, en la isla de Tenerife, donde gozo por lo visto de envidiable popularidad.”

Por otra parte, Valera se sigue quejando de su débil salud, su cansancio…, estado posiblemente agravado por las deterioradas relaciones con su mujer, al parecer causadas por la mala administración de su dote aportada al matrimonio, así como por la distancia que durante casi todo el año los tenía separados. Valera se refugia en Doña Mencía, con algunas escapadas a Cabra. Desde Biarritz, le escribe a don Marcelino Menéndez y Pelayo, el 17 de Septiembre de 1880: “…Luego iré a Madrid. Y luego a Villabermeja, donde tengo mil quehaceres, porque mi administrador imita demasiado a don Acisclo. No sé si usted recordará este personaje de Doña Luz.” Y también, en esta otra, dirigida a su esposa, donde vemos cómo se preocupa de su pequeña propiedad en Doña Mencía: “En Doña Mencía queremos vender algunas fincas para pagar deudas, mas no queremos malbaratarlas…”-

En Mayo de 1872 es elegido senador por la provincia de Córdoba, sin embargo en este cargo iba a permanecer algo más de un mes, pues el 28 de Junio se disuelven las Cámaras, y aunque vuelve a presentarse al Senado, salió derrotado. También, en este año, y aunque por poco tiempo, fue director general de Instrucción Pública.

A pesar de las excelentes condiciones del nuevo soberano y de sus buenos deseos de servir al país, el reinado de don Amadeo estuvo lleno de problemas y dificultades. Desde un principio contó con la oposición de los carlistas, alfonsinos y republicanos, y nunca gozó de popularidad. El pueblo le consideraba como un intruso, la nobleza era partidaria de Alfonso XII, y era mal visto por los católicos, por ser hijo del rey que había usurpado el poder temporal al Papa. Quiso reinar como monarca constitucional y parlamentario, y formó un primer ministerio presidido por Serrano, en el que estaban representados unionistas, demócratas y progresistas, o sea los tres partidos que habían realizado la revolución. Pero la coalición de estos tres partidos, ya muy quebrantada antes de morir Prim, pronto se deshizo. Las discrepancias y luchas entre los diversos partidos dificultaron su labor e impidieron que la nueva dinastía arraigara en España. En un mensaje dirigido a las Cortes, renunció al trono de España; reunidas las dos Cámaras en Asamblea nacional, fue aceptada la abdicación. En aquella misma sesión, del 11 de febrero de 1873, las Cortes proclamaron la República.

Valera, que no se siente republicano, se aleja de la política activa y acepta el cargo de catedrático auxiliar de lengua extranjera en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central.

La primera República duró sólo once meses (11 de Febrero 1873 a 3 de Enero de 1874) sucediéndose cuatro presidentes –Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar-; en las tres fases que tuvo: la unitaria, la federal y la conservadora. Pero, en realidad, los republicanos eran poco numerosos y estaban, además, divididos en unitarios y federales, por una parte, y en conservadores y avanzados, por otra. A causa de la falta de ambiente republicano y de las profundas divergencias surgidas entre los partidarios de este régimen, junto a los problemas carlista y de la política exterior y colonial, la República tuvo una vida corta y difícil, y fue derribada por el golpe de Estado del general Pavía. Sin embargo, el poder lo asume nuevamente el general Serrano, y Valera es nombrado el 1 de Junio consejero de Estado, en la sección de Estado, Gracia y Justicia, y unos días después consejero de Instrucción Pública. A este respecto, le escribe a su hermana Sofía el 20 de Enero de 1874, desde Madrid: “…Estoy además avergonzado de esta canallería de exigencias y peticiones, y hay momentos en que me siento dispuesto a largarme a Doña Mencía, y decir que no quiero nada, ni aceptar nada que me den. Si mi mujer tuviese juicio, más que todos los destinos, que duran poco y que es una humillación tomarlos, nos hubiera valido el cuidar de las viñas en Doña Mencía y el hacer buenos vinos, que con seis u ocho mil duros suyos empleados allí hubiéramos ya conseguido desde que nos casamos.”

Nuevamente, como en el 72, 1876 es un año en el que Valera consigue varios nombramientos, pues por la provincia de Málaga resulta elegido senador; también, sale de diputado a Cortes por la isla de Puerto Rico. En Marzo pronuncia en el Senado tres discursos sobre los partidos, la constitución interna y la soberanía, y en Junio otros dos referentes a la libertad religiosa y la Constitución de 1876.

Apenas dos años antes, el 29 de Diciembre de 1874, el general Martínez Campos, en Sagunto, proclama rey de España a Alfonso XII, al que se unieron los demás generales, cansados de la dictadura del general Serrano que ya no contaba con el apoyo de los republicanos ni con el de los monárquicos. En espera del nuevo soberano, constituyó un nuevo gobierno provisional, llamado Ministerio Regencia.

Después de la legislatura de 1877, en la que Valera fue elegido senador por la Universidad de Salamanca, hace un paréntesis en su vida parlamentaria, que se traduce en frutos literarios, entre nombramientos, actos e intervenciones académicas. Entre sus publicaciones, sale a la luz un tomo de “Disertaciones y juicios literarios”, otro de “Tentativas dramáticas”, el cuento “El bermejino prehistórico”, tres obras teatrales “La Venganza de Atahualpa”, “Asclepigenia” y “Lo mejor del tesoro”, y la continuación de la “Historia de España” de Modesto Lafuente.

Ante los escasos recursos que le reportan sus publicaciones, decide, de nuevo, volver a la carrera diplomática, ocupando, en este caso, el cargo de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Lisboa, que toma posesión el 24 de Marzo de 1881. No obstante, el sueldo sigue sin cubrirle los cuantiosos gastos que le genera el destino, agravando estos problemas su siempre precario estado de salud, que le confiesa a su gran amigo Menéndez y Pelayo, aunque, ya por estas fechas, deja sentir con mayor preocupación la enfermedad a los ojos que le fatigan y no le dejan leer y con muchas dificultades escribir.

Como en otras muchas ocasiones, dimite dos años más tarde, en Julio de 1883, aunque en el mismo año, Sagasta le nombra senador vitalicio por Real Decreto de 5 de Septiembre. Respecto a este nombramiento, unos años antes, escribe, desde Madrid, a don Francisco Moreno: “Ya cayó Cánovas y los amigos están en el poder. Creo que algo podré con ellos y me ofrezco a Vd. y a los amigos… Yo no sé si seré o no Senador Vitalicio; pero de todos modos sería un gran triunfo…”

Después de que en 1882 se le condecorara con la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III. Su estancia en Lisboa puede considerarse como el momento cuando Valera actúa como un verdadero y auténtico diplomático. Y esto se puede apreciar a través de la correspondencia que mantuvo con su “jefe” el Marqués de la Vega y Armijo, así como por los resultados de su gestión diplomática al convertirse en el protagonista encargado de organizar la visita de los Reyes de Portugal a España. No obstante, deja adivinar las saudades por su tierra en la carta remitida a don Marcelino Menéndez y Pelayo, el 29 de Julio de 1881: “Fuera de esto, la sociedad es aquí aburridísima. No ya las tertulias de Madrid, las de Doña Mencía echo yo aquí de menos. Salvo el sueldo que me dan, y que todo se va en gastos de representación, aseguro a usted que prefiero vivir en Doña Mencía a vivir en Lisboa.” Iguales sentimientos trasmitirá al Barón de Greindl, desde Washington, en 30 de Diciembre de 1883.

Ante la obligación moral de tener que presentar la dimisión de su cargo al ejercer, al mismo tiempo, el puesto de consejero en la Compañía de los Ferrocarriles Españoles, y tener que votar una ley que rebajaba el 10% de las tarifas ferroviarias, queda cesante, una vez más, aunque no tarda en conseguir el 22 de Noviembre del mismo año, el nombramiento de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Washington. Por Real Orden se le hace saber la importancia del nombramiento por la delicada situación que se atravesaba con la República de los Estados Unidos de América, en relación con la colonias españolas de Cuba y Puerto Rico, las reclamaciones pendientes por perjuicios a súbditos españoles durante la guerra de Secesión, además del pacto comercial entre Cuba, Puerto Rico y aún las posesiones españolas de Oceanía y los Estados Unidos.

Terminada la primera guerra de Cuba (1868-1878) con la Paz de Zajón, las intrigas de los Estados Unidos consiguen de nuevo el levantamiento de los rebeldes cubanos, lo que provocó una guerra que duró desde el grito de Beire (24 de Febrero de 1895) hasta la Paz de París (10 de Diciembre de 1898). El gobierno español ofreció a Cuba una amplia autonomía (27 de Noviembre de 1897), pero los Estados Unidos consiguieron que los insurrectos no la aceptasen. La explosión fortuita del crucero norteamericano Maine, anclado en el puerto de la Habana, fue interpretada por los Estados Unidos como una venganza española, y, a pesar de todas las explicaciones dadas por el gobierno español, presentaron un ultimátum (20 de Abril de 1898), obligando a España a renunciar al gobierno de Cuba y a retirar sus fuerzas. Durante la guerra, los Estados Unidos ocuparon la isla de Puerto Rico. Y por el Tratado de París, España renunció, también, a todas las islas que poseía en América, a todas las islas Filipinas y a la isla de Guam (en las Marianas).

En 1886, apenas dos años en Washington, don Juan Valera desea volver a España, pese a que él mismo sospecha que el nuevo destino va a ser en idénticas condiciones. En sendas cartas remitidas desde Estados Unidos, la primera a su hermana Sofía fechada el 14 de Abril de 1884, le dice: “…Esto es grande, aquí se cría mucho cochino, pero, ya se asa uno de calor, ya tirita de frío, abominable clima, y la gente ordinaria, zafia y nada amena: prefiero mil veces el trato de Don Juan Fresco, de Morenito y del Cura Piñón.” Y la otra a su esposa el 17 de Marzo de 1885: “El Sr. Cleveland es materialmente un tío feroz: ni más ni menos que un tío de Doña Mencía o de Cabra…”

En Bruselas toma posesión de su cargo el 11 de Mayo de 1886. Sólo le obliga la necesidad económica, pues no siente interés por ningún nombramiento. Todo el año de 1887 lo pasa en Bruselas con la familia, pero ya su hijo Luis ocupa el cargo de agregado a la Embajada que encabeza su padre.

Con el deseo de cuidar de su salud y atender a su “pequeño caudalejo”, decide separarse de la carrera diplomática, y pide cuatro meses de licencia, que le es concedida. No obstante, y a lo largo de este año de 1888, tiene que soportar una serie de órdenes y contraórdenes referentes a la asistencia a las sesiones del Senado, de suspender su regreso a Bruselas, respecto a la aceptación de su dimisión, o su nombramiento de consejero de Estado.

La década de los 80, es para Valera una de las más fructíferas en su producción literaria, pues en 1880 traduce “Dafnis y Cloe” o “Las Pastorales de Longo”. En el 81 responde en la Real Academia al discurso de ingreso de Menéndez Pelayo. En Sevilla, en el 82 y 83, “Cuentos y diálogos” y “Algo de todo”. En 1886 su libro de poesía “Colección de Escritores Castellanos”. De Febrero a Diciembre de 1888, una serie de artículos sobre libros y actividades literarias de Hispanoamérica. Además de otros muchos trabajos, como los artículos polémicos que se cruzó con Campoamor sobre “La metafísica y la poesía”.

A finales del 92, y como Delegado del Ministerio de Estado, asiste en Madrid al Congreso Jurídico Ibero-Americano. Valera va a permanecer en Madrid cuatro años seguidos, con la ilusión de dedicarse a la literatura y la filosofía, pero una vez más recibe la noticia de un nuevo nombramiento, el de embajador en Viena, sin embargo, será su último destino. El 27 de Febrero de 1893 toma posesión de su cargo. En esta ocasión, más de dos años va a permanecer en Viena, hasta que se encarga del gobierno español Cánovas del Castillo, y al no pertenecer a su partido, se vio en la obligación de presentar su dimisión.

Desde finales del 93, que le da la cara la enfermedad de la ceguera, Valera, a pesar de ello, se dedicará en estos últimos años de su vida a escribir, a intervenir en tribunales de oposiciones, publicaciones de cartas, folletos, fundación de revistas. Su novela “Juanita la Larga”, la publica en 1895. En 1896, realiza conjuntamente con Narciso Campillo, el Conde de las Navas y el doctor Thebussem, una recopilación de “Cuentos y chascarrillos andaluces tomados de boca del vulgo”. En 1897, la novela “Genio y figura”. Y en 1899 “Morsamor”.

Por decreto de 5 de Marzo de 1896, es jubilado y apartado de toda actividad pública, después de haberla solicitado unos días antes. Terminan sus días de actividad política y diplomática, aunque todavía le quedarán bastantes de vida intelectual, como en numerosas intervenciones en la Real Academia, asistencia a reuniones periódicas de amigos en su casa de la Cuesta de Santo Domingo, con Menéndez Pelayo, el conde de las Navas, los hermanos Álvarez Quintero, Rubén Darío… Todavía recibirá otros nombramientos, aunque ya en los albores del siglo XX, como el de Caballero de la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso XII, así como el de individuo de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Por último, no vendría mal reseñar y subrayar en estas páginas, después de este sucinto recorrido por la vida política y diplomática de don Juan Valera, las palabras del profesor Romero Tobar de la Universidad de Zaragoza, publicadas en el cultural del diario “ABC” del pasado sábado 16 de Abril del corriente año, bajo el título “Juego de matices”: “Quizás la clave mejor templada de que dispone el lector actual para vislumbrar “desde dentro” a esta figura irrepetible sea su correspondencia, abundantísima y colmada de sugerencias. Las cartas de Valera –y las de otros españoles del siglo XIX y el siguiente- quiebran el acartonado tópico de la incapacidad hispana para la expresión íntima y personal… Muchos lectores estimamos hoy que las cartas de Valera son un impagable documento para la intrahistoria de la sociedad española del siglo XIX y un monumento artístico que divierte hasta la hilaridad y comunica estímulos positivos para la resistencia moral”.

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