Una tradición en auge, la presencia de figuras bíblicas en los desfiles penitenciales

 en Religiosidad Popular

Publicado por Antonio Cantero Muñoz en Motril Cofrade 2003, pp. 43-51

Cuando los Evangelistas van describiendo en unas tablillas lo que pasa, y unos judios tunantes vienen por detras haciendo muchas muecas y contorsiones y les roban los estilos, los Evangelistas, resignados y tristes, abren entonces los brazos y se ponen en cruz. (Juanita la Larga de don Juan Valera)

La presente exposición pretende reflejar una de las notas que siempre ha caracterizado la Semana Santa de Andalucía, como es la presencia de figuras bíblicas en los desfiles procesionales. Tradición que se conserva solamente en algunas localidades, a pesar de que era algo muy habitual en toda nuestra región, si bien su función y significado originario ha cambiando con el transcurso del tiempo.

Comenzaremos con una exposición sobre sus vicisitudes históricas, y veremos que como todo lo relacionado con la Semana Santa, gozan en la actualidad de plena pujanza y vitalidad, hasta el punto de que las autoridades eclesiásticas han dictado una serie de principios y orientaciones sobre esta singular manifestación de religiosidad popular, lo que supone reconocer su importancia. De igual forma, reflejaremos como los poderes públicos son conscientes de su valor cultural y potencial turístico, siendo objeto de promoción al ser consideradas un foco de dinamización económica, muy en la línea del turismo rural que se ha puesto de moda en todo el país.

Históricamente los Autos de Pasión hunden sus raíces en la Edad Media, y su fin era hacer más asequibles a los creyentes los dogmas de la religión, complementando las historias narrativas contenidas en muros, vidrieras, bóvedas, tímpanos, capiteles, o retablos. Facilitaban su enseñanza, pues su contenido se podía comunicar mejor con el lenguaje hablado y montajes escénicos de los Autos de Pasión. A principios del Siglo XVI, la antigua costumbre de celebrar de manera festiva y con representaciones teatrales los distintos ciclos litúrgicos, especialmente la Pasión de Cristo, fue objeto de crítica por parte de los reformadores de una iglesia, que dejaba mucho que desear como institución religiosa. En Córdoba, el obispo don Alonso Manrique convocó un sínodo en 1520, con el fin de mejorar las costumbres y moral de los eclesiásticos, y educar a los creyentes en una fe sincera sin supersticiones. Por ello, se prohibió expresamente que se hicieran en el interior de las iglesias representaciones sobre la Navidad, Pasión y Resurrección del Señor, bajo pena de 2.000 maravedís, pues en lugar de conseguir la devoción, provocaban la diversión y distracción de los fieles1.

Durante el Concilio de Trento, los luteranos defendieron la iconoclástia y el culto interno como medio de depuración de la fe, proclamando que «no se debe adorar a Cristo en la eucaristía, ni honrarlo mediante fiestas, ni pasearlo en procesiones, ni llevarlo a los enfermos«2. Por su parte, los católicos argumentaron que las manifestaciones externas eran apropiadas para excitar los sentimientos interiores de sumisión y reverencia a Dios, y que las imágenes constituían una gran ayuda para la formación religiosa. En consecuencia, la celebración de la Semana Santa fue fomentada, pues servía para manifestar con imágenes y representaciones de forma visual, los mensajes de los Evangelios de la liturgia del Triduo Pascual3:

«Enseñen diligentemente los obispos por medio de la historias de los misterios de nuestra redención, expresados en pinturas y en otras imágenes, se instruye y confirma al pueblo en los artículos de la fe, que deben ser recordados y meditados continuamente y que de todas imágenes sagradas se saca gran fruto, no solo porque recuerdan a los fieles los beneficios y dones que Jesucristo le ha concedido, sino también porque se ponen a la vista del pueblo los milagros que Dios ha obrado por medio de los santos y ejemplos saludables de sus vidas, a fin de que den gracias a Dios por ellos, conformen su vida y costumbres a imitación de la de los santos, y se muevan a amar a Dios y a practicar la piedad«.

En Trento se prohibió expresamente las representaciones de teatro sacro con actores vivientes, permitiéndose los desfiles con imágenes inmóviles y dentro de los cánones establecidos por las autoridades eclesiásticas. Sin embargo, el único recuerdo permitido de los Autos de Pasión, fue el acompañar los pasos con personas disfrazadas de figuras bíblicas con su rostrillo y martirio o símbolo, que permanecían mudas durante el cortejo. Esto supone el máximo acercamiento entre la religión oficial católica y la religiosidad popular, que era muy propensa a la teatralización de las celebraciones religiosas4.

En este contexto, junto a los desfiles procesionales alcanzaron gran auge los sermones y representaciones de escenas de la Pasión, en los que además de varias imágenes penitenciales, participaban figuras bíblicas y los pregoneros o «resaores«, que narraban la escena que se estaba interpretando, cuyo texto a pesar de los avatares históricos se ha conservado5.

A continuación vamos a realizar una breve descripción de los que tenían lugar en la localidad cordobesa de Doña Mencía, y que nos puede servir de ejemplo de lo que se hacía en otras muchas poblaciones. En primer lugar comenzaremos por el Sermón del Mandato, que estaba a cargo de la cofradía de la Vera Cruz, y servía de preparación a la estación de penitencia que realizaba en la tarde noche del Jueves Santo. El predicador, hacía saber al pueblo inculto e ignorante en los misterios y verdades de la fe, que Jesucristo aceptó la decisión de Dios de sufrir la vergüenza y escarnio de ser azotado por gentiles, derramando en la Columna su sangre (igual que en la Santa Cruz) para redimir el género humano. Durante el mismo se cantaba por los «resaores» la sentencia de azotes:

«Siendo yo Poncio Pilatos

encargado en estos reinos

de regir la presidencia

de este tribunal supremo

por el gran Jerusalén

por el gran Cesar Tiberio

que con desairada envidia

pues se acusa a este reo

achacándolo de injurias

de hechizos y encantamientos

los atribuís y letrados

escribas y fariseos

todo el pueblo en tumulto

pues me aprietan sin sosiego

con amenazas me piden

que le crucifique presto

yo examinando estas causas

tras de este inocente reo

y para apaciguar la furia

de este ensangrentado pueblo

mando que al patio lo saquen

y que a la vergüenza expuesto

le den azotes sin fin

hasta quedar satisfechos

y para que se los den

prevengo yo también esto

los dos más fieros verdugos

escogidos por el pueblo

y lo coronen de espinas

para darle más tormento

Firmo sentencia de azotes

contra Jesús Nazareno».

En la madrugada del Viernes Santo durante la procesión de Jesús Nazareno, tenía lugar el Sermón del Paso, donde se escenificaba toda la historia del Misterio de la Redención, con especial referencia al Sacrificio de Isaac, haciéndonos saber que cuando este iba a ser inmolado, cargó con el leño para el sacrificio, como lo hizo Jesús Nazareno con la cruz camino del Calvario, para ser sacrificado por nuestros pecados. No tenía lugar dentro de la parroquia, pues se buscaba un espacio abierto, donde además de las figuras bíblicas de Gestas, San Dimas, Apóstoles, Evangelistas y Virtudes, pudieran intervenir las imágenes de la Virgen de los Dolores, la Magdalena, San Juan y la Verónica. El acto terminaba con la bendición de Jesús Nazareno que tenía un brazo articulado6:

«Al toque de las trompetas

y al empezar los pregones

sacan l Isaac Eterno

rodeado de sayones

de soldados y justicias

y culpados salteadores

y en sacándole a la calle

con crueles achuchones

la Santa Cruz le cargaron

para darle penas mayores»

El acto más emblemático de la Semana Santa de Doña Mencía era y sigue siendo el Sermón del Descendimiento, que tenía lugar antes de la procesión de penitencia en la noche del Viernes Santo. Como los anteriores su fin básico era el didáctico, y frente a las teorías protestantes, pretendía enseñar con recursos visuales, al proceder al desenclavamiento y traslado de la imagen del Jesús por dos vecinos que representaban a los Santos Varones, que una vez que Cristo muere en la Cruz su dimensión divina sigue unida tanto a su cuerpo, llagado por la Pasión y enterrado en el Sepulcro, como a su alma, aunque cuerpo y alma estuvieran separadas:

«José el de Arimatea

el letrado de la fama

el más liberal y rico

de Jerusalén la santa

el que fue a favor de Cristo

cuando la nación judaica

porque había visto hacer

una sin razón tan clara

era liberal y rico

de pensamientos humanos

al ver la muerte de Cristo

se quedó maravillado

y asimismo se decía

melancólico y turbado

entendimiento en que piensas

memoria que estas dudando

voluntad en que te empleas

que es esto que está pasando

serafines y profetas

que tenéis profetizado

ese espantoso prodigio

ese prodigioso espanto

salid del Limbo y veréis

a ese Dios muerto en un palo

que es el precio y la moneda

conque vino a rescatarnos»

Durante el Siglo XVIII las autoridades políticas y religiosas, van a ser muy críticas con todas las manifestaciones de religiosidad popular organizadas por las cofradías y hermandades, al considerarlas como limitadas a lo externo y formal, siendo objeto por ello de control o prohibición. Como señala Álvarez Santalo, ambas instancias cooperan con la finalidad de «racionalizar y purificar la religión popular de su enorme ganga de conductas tópicas, supersticiones, formalistas y aberrantes»7.

Aranda Doncel ha realizado un magnífico trabajo de investigación, que nos hace saber que durante la indicada centuria, la mitra cordobesa es ocupada por representantes del espíritu jansenista, contrario al barroquismo que había impregnado los desfiles penitenciales, y partidario de la sobriedad y austeridad en todas las celebraciones religiosas. Así en 1744 el obispo Miguel Vicente Cebrián, publica por medio de un Edicto unas normas que regulan con carácter restrictivo las procesiones de Semana Santa, y se prohíben las representaciones de personajes bíblicos y escenas de la Pasión8.

El padre Mariana refleja de forma elocuente en el siguiente texto, coetáneo a esas fechas, las ideas antes expuestas9: «Porque, ¿Cómo puede ser conveniente que hombres torpes representen las obras y vidas de los sanctos, y se vistan de las personas de San Francisco, Sancto Domingo, la Magdalena, los Apóstoles y del mismo Cristo? […] Proveído está que las imágenes en los templos se pinten con toda honestidad, y ¿Sufriremos que una mujer deshonesta represente a la Virgen María o Sancta Catalina, y un hombre infame se vista de las personas de San Agustín y San Antonio?«

Esta política será continuada por sus sucesores, alcanzando su máxima expresión durante el pontificado de don Pedro Antonio de Trevilla (1805-1832), que se muestra contrario con las formas tradiciones de celebrar la Pasión que hemos descrito, dando lugar a una situación de conflicto en muchas poblaciones del obispado. El punto culminante de este enfrentamiento se produce en 1820, con la publicación de un Reglamento sobre procesiones de Semana Santa que, las cuales quedan reducidas a la al oficial de la tarde del Viernes Santo, determinado de forma expresa que imágenes eran las que podían participar en los desfiles. De igual forma, se suprime taxativamente la presencia de las figuras bíblicas y todo tipo de representaciones10. Esta actitud continuará a lo largo del Siglo XIX, y siendo obispo de Córdoba don Juan Antonio de Albunquerque, dictó en 1859 otra normativa que vuelve a prohibirlas, al considerarlas como algo contrario al espíritu verdaderamente religioso, que debía presidir los desfiles penitenciales11.

Asimismo hemos de tener muy presente que a partir de mediados del Siglo XIX, se configuró en la ciudad de Sevilla un modelo de desfiles penitenciales, que por desgracia se ha convertido en la única referencia «de perfección y belleza» con todo lo relacionado con la Semana Santa. Ha sido adoptado fervorosamente en muchas localidades andaluzas como suyo propio, dando lugar una homogeneización y empobrecimiento de esta manifestación de religiosidad popular, al olvidarse las tradiciones más seculares de muchos pueblos y ciudades. Se caracteriza por la consolidación de las túnicas de nazarenos como vestimenta exclusiva para quienes participan en la procesión, excluyéndose los personajes bíblicos. Como señala Moreno Navarro, la moda de las caracterizaciones de figuras bíblicas no prosperó en la ciudad hispalense, a pesar de que algunos años participaron en ellas, pues se consideró que ponerse las largas barbas blancas de los profetas del Antiguo Testamento, era un disfraz demasiado evidente, que no se ajustaba al gusto local12. No me cabe la menor duda, que si se hubiera adoptado en esa ciudad la citada estética, en casi toda Andalucía se habría desatado una competencia «feroz» por sacar el mayor número de figuras bíblicas con sus martirios y rostrillos.

Lo expuesto hasta ahora, unido al proceso de secularización que afectó a la sociedad en general a partir del segundo tercio del Siglo XIX, podría inducirnos a pensar en su paulatina y total desaparición. Sin embargo, en la actualidad goza de mucha vitalidad, siendo varias las razones que explican esta situación. Pues desde fines del siglo XIX, las cofradías y hermandades y asociaciones relacionadas con ellas, como serían las «corporaciones» de figuras bíblicas, van a ser una de las propuestas de la Iglesia, como alternativa de solidaridad cristiana frente al movimiento obrero o partidos políticos laicos o anticlericales13.

Hemos de tener presente que en los momentos en que la sociedad se «descristianiza» y se vuelve anticlerical (Sexenio Revolucionario 1868-1874, Trienio Bolchevique 1918-1921 o Segunda República 1931-1936) las autoridades eclesiásticas potencian todo tipo de manifestaciones de religiosidad popular. Su intención no es otra que la gente vuelva a asistir masivamente a los religiosos, siendo lo «popular» el camino más fácil para conseguir «la recristianización» de la sociedad.

Otra razón, va a ser el importante papel que van a desempeñar en algunos lugares del sur de la provincia de Córdoba, como sería el caso de Puente Genil y Moriles, de asociaciones formadas exclusivamente por hombres, creadas con motivo de fiestas de un aparente matiz «religioso», que estarían integradas por las personas que procesionan vestidos de figuras bíblicas. Su función explícita es participar en las comitivas penitenciales representado personajes del Antiguo o Nuevo Testamento, aunque no formen parte de la cofradía que realiza el desfile. Pero también desempeñan otras funciones estructurales, que explican su actual vigencia y auge en una sociedad secularizada, entre las que destacan el ser un ámbito de sociabilidad presidido por el comensalismo, o la afirmación de identidades colectivas de distinta naturaleza, todo ello sin negar su dimensión religiosa, que aunque existe no ocupa el lugar más importante para estos colectivos14.

Además, en los últimos años las máximas autoridades eclesiásticas se han ocupado especialmente de todo lo relacionado con la Semana Santa, lo que supone reconocer su importancia. En primer lugar, la pastoral de los obispos del sur de España sobre cofradías y hermandades, fechada en 1988. En este texto los prelados de las archidiócesis de Sevilla y Granada señalan que «en el momento presente se contempla en el Sur de España un interés creciente por las manifestaciones católicas de religiosidad popular», añadiendo que «la reevangelización de nuestra sociedad es una tarea urgente», atribuyendo a las cofradías esa función en una sociedad secularizada: «Para esta revitalización espiritual de nuestra región hacemos un llamamiento a todos los hermanos/cofrades de nuestra diócesis […] Puesto que, aunque el fin principal de las Hermandades/Cofradías consiste en la promoción del culto público, ello no les exime, antes bien, les exige la responsabilidad de asumir, en su justa medida, toda la atención general de la Iglesia a la vista de las urgencias apostólicas que se presentan al pueblo de Dios y en cada momento histórico». Además, pone de manifiesto el valor pedagógico de los desfiles penitenciales y representaciones con figuras bíblicas: «las salidas procesionales y estaciones de penitencia pueden llegar a ser, si se hacen con devoción y dignidad cristiana, valiosas catequesis plásticas en sus recorridos por las calles, las plazas y los caminos de nuestras ciudades y de nuestros campos. La contemplación de estas representaciones religiosas de la vida del Señor, de la Virgen y de los Santos nos recuerdan los misterios de nuestra salvación y nos estimulan a seguir su vida ejemplar»15.

De fecha reciente, es un documento vaticano de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que contiene principios y orientaciones sobre la piedad popular. Parte de que el Concilio Vaticano II, señaló la primacía indiscutible de la liturgia sobre los ejercicios de piedad popular, aunque recordando su validez y valores, así como los peligros que pueden desviarla de su función complementaria de las ceremonias litúrgicas. Señala una serie de orientaciones para armonizarlas, refiriéndose expresamente a la representación de la Pasión de Cristo16:

«En muchas regiones, durante la Semana Santa, sobre todo el Viernes, tiene lugar representaciones de la Pasión de Cristo. Se trata, frecuentemente, de verdaderas representaciones sagradas, que con razón se pueden considerar un ejercicio de piedad. Las representaciones sagradas hunden sus raíces en la liturgia, algunas de ellas, nacidas casi en el coro de los monjes, mediante un proceso de dramatización progresiva, han pasado al atrio de la iglesia.

En muchos lugares, la preparación y ejecución de la representación de la Pasión de Cristo está encomendado a cofradías, cuyos miembros han asumido determinados compromisos de vida cristiana. En estas representaciones, actores y espectadores son introducidos en un movimiento de fe y de auténtica piedad. Es muy deseable que las representaciones sagradas de la Pasión del Señor no se alejen de este estilo de expresión sincera y gratuita de piedad, para convertirse en manifestaciones folclóricas, que atraen no tanto el espíritu religioso cuanto el interés de los turistas».

Al contrario que las autoridades eclesiásticas, las distintas administraciones públicas valoran especialmente la dimensión folclórica de estas expresiones de religiosidad popular, como sería la presencia de figuras bíblicas en los desfiles penitenciales, hasta el punto de considerarlas un bien de interés cultural. Fiel reflejo de esta actitud, es la regulación legal que de las declaraciones de interés turístico de nuestra comunidad autónoma, ha hecho la Consejería de Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía, que se contemplaba en la Orden de 20 de mayo de 1977 (BOJA 5 de junio 1977), y que ha sido modificada por Decreto 15/2004 de 27 de enero, y que fue publicado en el BOJA de 12 febrero 200417.

Muchos pueblos y ciudades de nuestra región, han cumplimentado o lo hacen en la actualidad, los trámites exigidos con el fin de obtener la tan ansiada declaración de fiesta de interés turístico, que permite a esos municipios disfrutar de una serie de ventajas, primando la positiva repercusión económica que pueden recibir18.

Por ello se crean rutas turísticas que traspasan el ámbito provincial, cuyo principal activo es precisamente la Semana Santa y las tradiciones seculares de los pueblos que la integran. Ejemplo de lo indicado sería «Caminos de Pasión», iniciativa empresarial integrada por las localidades cordobesas de Lucena, Priego, Puente Genil y Baena, y de otras provincias como Estepa, Osuna, Marchena, Antequera y Alcalá la Real. Su objetivo principal «se centra en obtener una semana de pasión con buenas comunicaciones a través de nuestra comunidad, para que el turista pueda recorrerla en un solo fin de semana»19.

Esta forma de proceder, si bien es interesante desde un punto de vista económico, supone un grave peligro no solo para el aspecto religioso de la Semana Santa, sino también para su dimensión como referente de identificación colectiva. El que parte de los rituales festivos, comiencen a estar contemplados y orientados desde una lógica mercantilista, puede conllevar el que para que vengan más visitantes, se cambien las fechas de su celebración, o se supriman o añadan algunos rituales para hacerlos más atractivos, y puedan ser vendidos más fácilmente a quienes no conocen ni le interesan sus claves simbólicas que los explican20.

1 HERRERA MESA, P.P.: Cofradías y celebraciones pasionistas en los sínodos diocesanos cordobeses del Siglo XVI. En Actas del II Congreso de Historia de Andalucía. Historia Moderna Tomo III, pp. 211- 213.

2 Concilio de Trento, Sesión XV.

3 Concilio de Trento, Sesión XV.

4 FERNÁNDEZ DE PAZ, E.: La influencia de la Contrarreforma en la configuración de la Semana Santa andaluza. En Religión y Cultura Tomo II, Sevilla 1999, pp. 500- 501.

5 MELGAR REINA, L y MARIN RUJULA, A.: Saetas, pregones y romances litúrgicos cordobeses. Córdoba 1987. En este libro se recogen los correspondientes a Pozoblanco, Montoro, Puente Genil, Castro del Río, Baena, Cabra, Doña Mencía e Iznajar, guardando todos ellos un notable parecido.

6 En el nomenclator callejero de Doña Mencía, siempre ha existido una calle nominada Bendición, y en la confluencia de esta con la calle Granada, la imagen del Nazareno sigue bendiciendo a los mencianos el Viernes Santo por la mañana.

7 ALVAREZ SANTALO, C.: Control y razón: La religiosidad popular en el Siglo XVIII. En Las Cofradías en el siglo de las crisis. Sevilla 1991, p. 21.

8 ARANDA DONCEL, J. Ilustración y religiosidad popular en la Diócesis de Córdoba: La actitud de los Obispos frente a las celebraciones de Semana Santa (1743-1820). En Actas Primer Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa. Zamora 1987, pp. 305-318.

9 Esta cita la recoge Julio Caro Baroja en Las formas complejas de la vida religiosa. Madrid 1978.

10 ARANDA DONCEL, J.: Ilustración y religiosidad popular en la Diócesis de Córdoba: La actitud de los Obispos frente a las celebraciones de Semana Santa (1743-1820). En Actas Primer Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa. Zamora 1987, pp. 305-318.

11 ARANDA DONCEL, J.: Historia de la Semana Santa de Baena durante los Siglos XVI al XX, Córdoba 1995, Tomo I, p. 252: «Las procesiones de Semana Santa se ejecutaran con el decoro y gravedad que exigen los grandes misterios que en ellas se representan; asistirán la Cruz y clero parroquial, se harán después de concluidos los Dinivos Oficios; se llevaran solamente, y por el orden debido de los hechos, las imágenes propias para recordar la pasión, muerte y sepultura de nuestro Sr. Jesucristo, vestidas con la seriedad correspondiente, sin adornos caprichosos y ridículos que desdigan de ella, y no se representará al vivo pasaje alguno de la Pasión, ni otro cualquiera, por personas con disfraces o vestidos extraños al que usan de ordinario«.

12 MORENO NAVARRO, I.: La Semana Santa de Sevilla. Conformación, mixtificación y significaciones. 4ª edición Sevilla 1999, pp. 130-135.

13 AGUDO TORRICO, J.: Hermandades y tiempos rituales: viejos y nuevos significados. En Religión y Cultura. Tomo 1, p. 366.

14 MORENO NAVARRO, I.: Las hermandades andaluzas como referentes de identificación colectiva y la jerarquía eclesiástica: pasado y presente. En Religión y Cultura Tomo 1 Sevilla 1999, pp. 335-352.

15 OBISPOS DEL SUR DE ESPAÑA: «Las Hermandades y Cofradías. Cartas de los Obispos del Sur de España». En Documentos colectivos de los Obispos del Sur de España (1970-1988) Madrid 1989, pp. 232-274.

16 Directorio sobre la piedad popular y la liturgia. Principios y orientaciones. Madrid 2002.

17 El artículo 2 distingue entre las fiestas y acontecimientos de interés turístico, los de carácter local, supra-municipal y nacional.

18 Artículo 4. Efecto de las declaraciones. Las declaraciones de Interés Turístico Nacional de Andalucía otorgaran: 1. El derecho a hacerlas constar en las acciones de promoción que de las mismas efectúen las entidades promotoras. 2 El derecho a ser tenida en cuenta la declaración de mérito específico a la hora de recibir ayudas o subvenciones públicas a otorgar por la Consejería por la Consejería de Turismo y Deporte. A tal fin, la Consejería incluirá las declaraciones honoríficas como mérito en sus convocatorias de ayudas para actividades relacionadas con la finalidad del presente Decreto. 3 La obligación de respetar, en caso de las fiestas, los caracteres tradicionales y específicos de las mismas.

19 DIARIO CORDOBA 18 febrero 2003, p. 19.

20 MORENO NAVARRO, I.: La globalización y Andalucía. Entre el mercado y la identidad. Sevilla 2002, p. 176.

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